Entradas de cascandonueces

Cine, cultura, mucha música, fútbol, países, idiomas, periodismo, arte, fotografía, geografía, comunicarme, cualquier cosa...mi VeneZueLa. Texto al azar, reflexiones innecesarias, ocurrencias del momento, fiebres esporádicas, todo muy fugaz, no edifico nada. Sólo lanzo arena al vacío... jav.montesdeoca@gmail.com
Entre febrero y octubre de 2019 se estará conmemorando en Flandes y en Bruselas el 450 aniversario de la muerte del maestro Peter Brueghel 'El Viejo'.

Hitos de una breve escapada por Flandes: orgullosa de su herencia

En Europa hay ciertas regiones en particular que exudan una personalidad aún más marcada que otras. Regiones que exhiben con orgullo sus localismos y que se muestran más adheridas a sus raíces y reacias a absorber las foráneas. Flandes es, sin duda alguna, una de ellas.

La mitad septentrional belga de habla neerlandesa (o flamenca, según quien lo mire), ubicada entre Holanda, Francia y el Mar del Norte es un fabuloso destino que no debe de pasar desapercibido para un buen viajero europeo. Con sus apenas 13 mil km2, pero repleta de ciudades de gran valor histórico, artístico, gastronómico, deportivo y de compras, tales como Brujas, Amberes, Gante o Lovaina, Flandes es cómodamente visitable en una corta escapada de 3 ó 4 días.

Con vuelos diarios desde Barcelona y Madrid hasta la capital del país, Bruselas es el destino idóneo para llegar a Bélgica. Alquilar un coche desde la capital siempre le dará al viajero la oportunidad de detenerse en localidades menos frecuentadas, pero de incalculable riqueza histórica y gastronómica.

Empecemos por Amberes. Esta soberbia ciudad enclavada en ambas márgenes del río Escalda asombra desde su lujosa Estación Central construida en los albores del siglo XX en estilo modernista.

En los barrios aledaños a la estación de tren, el visitante no será capaz de dudar de por qué llaman a esta ciudad flamenca ‘la Capital Mundial del Diamante’. Esta gema preciosa es la gran estrella de la ciudad y su comercio activo en forma de todas las innumerables forjas de esta piedra, pueden apreciarse en casi cada rincón de la urbe.

Después de un viaje tan largo, proponemos para alojarse en Amberes el De Witte Lelie Hotel Boutique ubicado en su centro histórico. Este pequeño hotel es puro lujo en cada una de sus apenas 10 habitaciones. Si se decide a hospedarse en su Suite Presidencial, por cerca de 450€ la noche, el viajero se sentirá como un mercader de diamantes.

Tras recargar baterías, es menester conocer en persona las obras artísticas del chico prodigio de la ciudad: Peter Paul Rubens. Si bien Rubens nació en Alemania, este destacado pintor de inicios del siglo XVII, se formó genuinamente en Amberes, en el seno de la escuela flamenca. Al visitar la Catedral de Nuestra Señora de Amberes, el visitante podrá apreciar hasta diez frescos del maestro, así como en las iglesias de San Antonio y de San Pablo. La Casa Rubens, donde estuvo ubicado su taller, es lugar de peregrinación para los seguidores de este pintor.

Este año es particularmente interesante y novedoso para los amantes de la pintura flamenca, y es que la región completa en conjunto con Bruselas, conmemoran el 450 aniversario de la muerte de Pieter Brueghel ‘El Viejo’, con actividades de toda índole para rememorar a este genio del siglo de oro flamenco.

Entre los meses de febrero y octubre de 2019, se desarrollará un calendario en diversas ciudades que comprenderá exposiciones originales, actividades, rutas ciclistas, citas culturales y gastronómicas para conocer las raíces y las huellas de Brueghel.

Amberes también destaca por ser la capital de la moda belga, reconocida a partir de los ‘6 de Amberes’, diseñadores de moda que destacaron a nivel internacional en la década de los 80s y que hoy en día dirigen sendas firmas de moda, como por ejemplo el archiconocido Dirk Bikkembergs. El apasionado de la haute couture, podrá visitar de esta manera la Academia de la Moda de Amberes y la Escuela de Moda La Cambre.

Otra novedad de la ciudad es el recién inaugurado Museo del Chocolate llamado Chocolate Nation, donde se espera que sus visitantes disfruten de una experiencia multisensorial a través de la historia del delicado manjar belga. En conjunto con reputados maestros chocolateros y demás productores, el Museo Chocolate Nation de 3500 metros cuadrados dedicados a este dulce placer, será la atracción que faltaba en Amberes.

Saliendo de Amberes y de camino hacia el Mar del Norte, es muy aconsejable parar en Gante. Esta pequeña y poco conocida joya flamenca se encuentra a mitad de camino entre Amberes y Brujas y un día en ella te bastará para conocer sus encantos.

Una manera única de hacerlo es tomando la vía fluvial, ya que de hecho el nombre de la ciudad corresponde a una antigua voz celta que significaba “convergencia”, muy posiblemente debido al cruce en este cuadrante de los ríos Lys y Escalda. Hay distintas navieras que proponen paseos tanto clásicos como temáticos para cada presupuesto, pero que le permitirá al viajero llevarse las mejores fotos de esta localidad flamenca.

Para los vegetarianos, Gante es un destino que no se puede omitir. Esta ciudad, proporcionalmente hablando, tiene más restaurantes y establecimientos vegetarianos que Londres o Paris. Y es que fue una de las primeras ciudades europeas en alentar el ‘Jueves Vegetariano’, a manera de buscar una solución para que los ganteses dejaran de comer carne un día a la semana.

Si te cae la noche, un hermoso lugar donde dormir es el lujoso Hôtel Boutique Verhaegen, un sobrio 5 estrellas en el centro de la ciudad, que por unos doscientos euros la noche, te hará sentir como un conde flamenco de finales del siglo XIX.

La parada final de nuestra escapada por Flandes, es la siempre visitada Brujas, una ciudad atemporal que esconde el casco medieval mejor conservado de Europa, patrimonio de la Humanidad según la UNESCO desde el año 2000. Brujas, que en su nombre original en neerlandés (Brugge) significa ‘Puentes’, puede pasar por la Venecia del Norte, por la enorme cantidad de canales fluviales que la atraviesan.

Esta pequeña ciudad de poco más de cien mil habitantes es el paraíso de los fotógrafos con maravillas góticas tan bien conservadas como la Basílica de la Santa Sangre, la Iglesia de Nuestra Señora y su puente de San Bonifacio, o el Beaterio de las monjas benedictinas fundado en 1245.

En cuanto a los maestros flamencos, Brujas no podía ser menos que Gante o Amberes y cuenta con el Museo Groeninge, Memling e Historium, que te permitirán conocer de cerca la obra de Van Eyck o Van der Weyden. Algunos también formarán parte del Año Brueghel.

Después de arroparse de tanto gótico y medievo recorriendo las callejuelas de la lluviosa Brujas, el visitante no puede dejar de degustar una especialidad típica belga: la cerveza. Y para esto nada mejor que hacerlo de la mano de sus auténticos conocedores, los maestros cerveceros de la Halve Maan.

Esta fábrica inaugurada en 1856, pero completamente modernizada en 2005 es un centro de elaboración artesanal de cerveza, donde el visitante experimentará de primera mano, el proceso completo de la producción de la bebida más extendida del país, y evidentemente degustará las dos consentidas de la casa: la Brugse Zot y la Straffe Hendrik. Asimismo, el visitante podrá contemplar panorámicas vistas de esta joya flamenca.

Para los más deportistas, Flandes también tiene muchísimo que ofrecer, sobretodo para los fans de la bicicleta. Con una extensa red de 1200 km de rutas ciclistas, más de 2000 carreras anuales y más de 500 alojamientos “bici friendly”, Flandes se perfila como la meca de este deporte, adaptado por supuesto a todos los niveles.

El viajero que esté planificando desde ahora su próximo viaje primaveral y que esté en búsqueda de una región pequeña pero con una arraigada sobria personalidad, no debe de dejar de tener en cuenta a Flandes. ¡Eso sí! No se puede dejar en casa un buen paraguas y un chubasquero.

Real Blues se compone de 8 sólidos tracks.

Viaje hipnótico al corazón de Mali bajo la batuta de St. Germain

África. La nueva obsesión sonora de Ludovic Navarre, la cara y ojos tras el proyecto parisino St. Germain, a quién la prensa le colgara el letrero de French Touch a finales de los noventa. Y es que tras una larguísima ausencia de tres lustros de los estudios de grabación, St. Germain ha vuelto con su tercera placa Real Blues, con el norte completamente puesto en el continente negro y en el blues tanto africano como afroamericano.

El viaje de Navarre, tras tomarse un descanso de su larga gira correspondiente al aclamado disco Tourist (2000), cuyas ventas se pueden contar en tres millones, comenzó en Nigeria en 2006 explorando sus ritmos étnicos. Sin embargo, Navarre no se sintió satisfecho con el trabajo obtenido y decidió viajar hasta Ghana, para sufrir una segunda decepción. En 2011 finalmente en Mali, Navarre intentó reclutar nuevamente a algunos de los músicos con los que había grabado Tourist.

La tierra de músicos prodigiosos como Ali Farká Touré, Toumani Diabaté, Vieux Farká Touré, Salif Keïta, Ballaké Sissoko o Rokia Traoré, inspiró el nuevo proyecto de St. Germain porque “el blues funciona en Mali como un sedante. Es un secreto bien guardado que hipnotiza a los músicos”, como él mismo declaró.

Navarre afirma que Real Blues está concebido para demostrar que todo viene de África y del blues, y que en parte por esto, se ha tomado tantos años para elaborarlo. “Es una cuestión de buen gusto, de darle forma coherente a todos estos ritmos compatibles”, precisa.

El primer corte del álbum, homónimo, es la síntesis óptima de lo que el artista ha querido plasmar en este trabajo. El deep house mezclado con blues, jazz y música negra de todo tipo, sazonado con hipnóticos loops y las excelsas muestras vocales femeninas de Fanta Bagayogo y las masculinas de Adama Coulibaly y Zoumana Tereta .

St. Germain, asimismo, se ha rodeado de otros instrumentistas malienses de la talla de Mamadou Cherif Soumano en la kora, y de Guimba Kouyaté en la guitarra y en el n’goni.

Real Blues que se compone de 8 sólidos tracks es un viaje ecléctico a las raíces del continente africano donde también resaltan pianos, saxofones y guitarras eléctricas. El proyecto parisino ha mostrado su nueva creación en diez apretadas fechas europeas entre noviembre y diciembre y reiniciará este año con catorce fechas más entre Australia y Norteamérica.

Sin duda, el largo descanso del guerrero ha dado su fruto. Nos atreveríamos a predecir que Real Blues pudiera marcar el hito del nacimiento de un nuevo género que acerque aún más la música africana al panorama electrónico actual. Los fans de St. Germain no pueden sentirse defraudados. Sólo cabe esperar que no transcurran quince años más.

Real Blues se compone de 8 sólidos tracks.

St. Germain ha vuelto con su tercera placa Real Blues.

The Dataïsts, nos introduce al mundo del Arte Glitch

El error en el arte durante siglos fue sólo eso. Un paso, un período embrionario a través del cual el artista, como ser humano, va puliendo la obra final hasta presentarla libre de él. El error debía de esconderse, debía de quedar en lo más profundo del atelier del artista. Hasta hace unos pocos años con la explosión del Glitch Art.

Esta técnica rescata los errores, los fallos o los comportamientos inadecuados de las máquinas, nuevos lienzos del artista moderno, a través de las cuales se producen cuadros, textiles, vídeo o música. Esta nueva estética del error, llamada Glitch, proviene según el libro La estética del error en la edad digital del escritor Pedro Ajo, de la serie de posibles aberraciones que pueden ocurrir en los softwares, juegos de vídeo, música o vídeo.

Por su parte, para el blog de tecnología e informática ‘17 Pulgadas’, el Glitch no es más que un “comportamiento inesperado de algún soporte digital, hardware o software, pero que por su naturaleza no afecta a su funcionamiento normal”.

Entonces, ¿qué hace el artista que trabaja con esta serie de errores informáticos? Debido a que el Glitch por sí sólo, carece de méritos estéticos, precisa esta entrada del Blog 17 Pulgadas, es el artista el que debe de conceptualizar y descontextualizar ese error hasta su mínima expresión y resultado. En el arte Glitch será, por ende, el error el que sirva de medio y desemboque en un producto que el autor busca, pero al que no siempre es posible conceptualizarle la forma.

Así, de esta nueva estética de lo imperfecto que irrumpe en nuestros casi perfectos ordenadores, podemos rescatar la muestra de artistas como David Szauder quien distorsionó fotos de comienzos de siglo en su serie Lost Fragments – Failed Memories o en 56 Broken Kindle Screens de Sebastian Schmieg y Silvio Lorusso, donde los artistas presentan pantallas de libros kindle defragmentadas en collages y otros elementos.

Phillip Stearns, uno de los referentes de este movimiento, aporta con Year of the Glitch, su proyecto en el que día tras día va documentando varias manifestaciones ‘glitchísticas’ intencionadas o no, producidas por distintos soportes electrónicos.

Por su parte Benjamin Berg A.K.A. St. Alliol, experimenta con la técnica del Databending o la edición de una imagen sin comprimir con un software dedicado a otra tarea, por lo que el producto será siempre una incógnita.

 

Glitch parisino.

Y así pudiéramos seguir enumerando artistas de la vanguardia digital, pero deseamos centrarnos en un proyecto franco-venezolano radicado en Paris desde hace algunos años, The Dataïsts, compuesto por la artista visual venezolana Maggy Almao y el músico francés Antoine Marroncles. Los hemos entrevistado en su estudio de Vincennes para CasCando..NuEces…

The Dataïsts nació hace un par de años cuando el dueto se conoció mediante un grupo online de Glitch Art. Maggy estaba en fase de creación de su obra ‘Don’t feed the data’ para el colectivo ‘SPAMM SAFARI’, cuando llegó a sus oídos la música de Antoine y a raíz de esta colaboración, surgió la idea de seguir trabajando juntos. “Nuestra única regla base es crear contenido audiovisual, sin ceñirnos a ningún criterio, con la finalidad de pasar un buen rato”, explica la artista caraqueña.

La joven artista latinoamericana, radicada en Paris desde hace unos 7 años confiesa que su introducción al Glitch Art se debe a la lectura del Glitch Studies Manifesto de la artista visual holandesa Rosa Menkman, cuya investigación y profundización la llevó a ensayar con distintos formatos y resultados.

Asegura también que vivir en la Ville Lumière, la ha ayudado a comunicarse y a conocer gente de todo el mundo, como es el caso de Antoine Marroncles, A.K.A. DaFake Panda. Este artista del sonido, comenzó tocando la batería desde los 7 años y pasando por distintas agrupaciones del género Noise-rock influenciado por Nirvana o Sonic Youth, para luego comprarse su primer sampler y obsesionarse por los sonidos.

“Comencé grabando y secuenciando todo, mi cafetera, relojes viejos, a mi gato, a mi sobrinita, latas de cerveza, los pomos de las puertas, todo lo que me pasaba por enfrente. Casi se ha convertido en enfermizo”, confesó.

Antoine que reconoce las influencias de Aphex Twin, Tricky, Squarepusher, Björk o Einstürzende Neubauten, explica que últimamente es la estética glitch lo que lo apasiona: “partir de un sonido como materia prima y desestructurarlo, corromper sus datos y explotar sus errores numéricos para dejarme sorprender por los felices accidentes que resultan. Éste es el hilo conductual de mi música”, afirma.

En el atelier de The Dataïsts, lo que impera es la inspiración del momentum, es el hacer pruebas y ensayar con las posibilidades del error, para luego seleccionar lo mejor. A veces, los resultados que Maggy obtiene se los entrega a Antoine, otra veces Maggy trabaja en base a los sonidos perturbadores y cinematográficos de Antoine. Sin embargo, la diseñadora visual venezolana desmiente el mito de que haya que ir por la vida observando todo en clave de glitch. “Quizás el glitch art lo que hace es recuperar ese error cotidiano de las tecnologías que nos rodean y lo expone resaltando su lado estético”, sentenció.

Por su lado Antoine, conocido por el nombre de DaFake Panda, explica que en su obra, reflejada en The Dataïsts la música y las imágenes se refuerzan mutuamente, sin que ninguna de las dos se imponga, “ambas son indisociables, un poco como las patatas y el queso en una tartiflette”, bromea. Antoine Marroncles, en su faceta como músico en solitario, hace electrónica experimental y desestructurada, sacando su primer álbum en 2013 bajo el sello Aentitainment.

DaFake Panda actualmente trabaja en su nuevo disco que apenas se encuentra en un estado primigenio, a la par que busca nuevas fechas para tocar en Europa.

The Dataïsts ya ha expuesto en el festival Circle of Light de Moscú, en la muestra Glitch Art is Dead en Polonia, así como en el Atelier des Artistes de Belleville en Paris y para el colectivo SPAMM en Caracas, New York y Paris. En este momento trabajan con un nuevo vídeo en el que se servirán de objetos 3D en reacción con sonidos y con el cual buscarán exponer en diferentes salas de Europa y América.

“Este año intentaremos un performance audiovisual, donde imágenes y música estarán en constante interacción, con fragmentos que dejarán parte a la improvisación para tocar en tiempo real”, concluyeron Almao y Marroncles.

El Arte Glitch apenas es una nueva explosión, una tendencia de reciente data, así que nada puede estar dicho aún en este género. Mientras tanto aquí, es posible visitar parte importante del trabajo glitch de The Dataïsts, que no tiene desperdicio: thedataists.tumblr.com.

“Hᴧng_Shᴧᴎ_Shuɨ” – The Dataïsts.

 

Una expedición cualquiera.

Los contados encuentros con los Taromenanes se han saldado con sangre.

Como guardaparques con trayectoria en el Yasuní, puedo asegurar que lo único que me asusta en esta vastísima extensión verde, es la leyenda de la existencia de este pueblo originario.

Largas y gruesas gotas de sudor surcan mi frente, resbalan por sobre mis ojos y se precipitan hacia el vacío. Se entremezclan con la humedad de la tierra mojada, con el denso manto de hojas y con quién sabe qué enorme cantidad de materia viva y muerta que puebla los suelos de lo más profundo de la selva amazónica ecuatoriana.

Yo iba a la cabeza de un pequeño grupo de exploradores, científicos y guardaparques armados que intentaban hacerse camino a base de machetazos certeros en las ramas. La verdad nuestra exploración, aunque sabíamos de sobra el peligro que conllevaba, acababa de tomar un cariz aún más oscuro: acabábamos de conseguir sus trazos inconfundibles.

Según nos explica el antropólogo de la expedición, Saturnino González, los dobleces que les efectúan a algunas ramas a la altura de nuestros brazos son muy particulares, puesto que las plegan primero hacia abajo y luego, nuevamente hacia arriba. La única finalidad de este proceder es el de hacerlas servir de guía, el de ayudarse a orientar sus zancadas en sus tierras ancestrales, el Parque Nacional Yasuní.

El fin de esta expedición es el de documentar cualquier tipo de rastro dejado por los Taromenanes, un pueblo en aislamiento voluntario, que no ha deseado ser contactado por ningún occidental. Ni siquiera por ningún otro pueblo indígena. Se calcula que a duras penas alcanzan los 300 individuos, aunque los datos son escasos e inexactos.

Como guardaparques con amplia trayectoria en el Yasuní, puedo asegurar que lo único que realmente me asusta en esta vastísima extensión verde, es la leyenda genuina de la existencia de este pueblo originario. Los contados encuentros con los Taromenanes se han saldado con sangre, ya que éstos, a fin de dejarle claro al mundo que no desean ningún tipo de intromisión en sus peculiares vidas, no dudan en arrojar con fuerza hercúlea sus lanzas de casi 3 metros de extensión y con puntas serradas para evitar que salgan del cuerpo de la víctima sin desgarrar irreparablemente los órganos. Además son confeccionadas con ligerísimas plumas para otorgarles una dirección y una aerodinámica que el propio Robin Hood hubiera envidiado.

Luego de acorralar a los indeseados visitantes como jaguares sigilosos, una lluvia de lanzas arrojadas mediante unos certeros artefactos elaborados en madera, caen sobre sus desapercibidas víctimas y cuando éstos se encuentran ya agonizantes, son rematados con veloces saetas. Esta escena, sólo ha logrado recrearse tras el posterior análisis de la escena de estos crímenes tribales y gracias a los relatos de algunos niños agonizantes en el hospital de la población cercana de Coca. Nadie ha sobrevivido a estas precisas emboscadas en la selva.

Tras una larga semana durmiendo en nuestras tiendas de campaña y sufriendo las constantes picaduras de cualquier tipo de insectos inimaginables, a los cuales yo ya estaba suficientemente acostumbrado; sin embargo, mis compañeros venidos de las cómodas ciudades de Quito y Guayaquil, bastante mal que lo estaban llevando; tenemos algún tipo de indicio para alegrar el semblante.

Según Alberto Quishpe, el joven y fornido zoólogo de barba que nos acompañaba, no existía en la selva amazónica ninguna especie de animal que acostumbrara realizar este tipo de dobleces en la vegetación. Hasta ahora, sólo se le ha documentado este comportamiento a los tagaeris, la otra etnia de ‘no-contactados’ de la región y a los feroces taromenanes.

El pequeño grupo compuesto por seis especialistas de las principales ciudades del país y por mí persona, a cargo de intentar llevarlos a buen resguardo e indicarles el camino por estas peligrosas trochas del Yasuní, decidió pernoctar una noche más y proseguir mañana al alba. No obstante, esta noche sería la más tensa después de nuestro reciente hallazgo: tendríamos que hacer turnos de vigilia con las escopetas preparadas. Y esta noche, no se debería exclusivamente a las fieras.

  • ¡Hey Tomás, despierta hombre que te toca! ¡Vamos coño, que muero de sueño! –escuché que me dijeron y acto seguido, me zarandearon por un brazo.

Abrí los ojos y observé el rostro de Saturnino, a quien realmente se le notaba el cansancio en el semblante. Me despertaba para relevarlo.

  • Todo está súper tranquilo allá afuera. Ni rastro ni de animales ni de indios – me dijo lacónicamente, puso la cabeza en la incómoda almohada de camping y pegó los ojos.

Tomando fuerzas, me levanté de un salto, cogí el impermeable ya que llovía suavemente y levanté la escopeta de la piedra donde me la había dejado el antropólogo.

Haciéndome un café muy cargado, ya que el sueño no quería abandonarme, y la lluvia ayudaba a arrullarme, me senté en una terrible silla plegable a la entrada del par de carpas donde dormían plácidamente mis compañeros de expedición, oteé el horizonte y traté de aguzar mis sentidos de guardaparques experimentado. Nada parecía perturbar la paz, salvo el sonido lejano de algún ave nocturna y de los numerosísimos anfibios que pueblan la selva ecuatoriana.

Y se hizo la noche. Mi noche particular. El silencio. El sueño. La nada. Lo siguiente que recuerdo me acompañará el resto de mi vida. Abro los ojos y era ya ese momento de la mañana que precede al alba. ¡Me había quedado dormido! Me miro y sentí como me mareaba del susto.

¡Tenía marcas rojas frescas en todo el cuerpo! Las huelo. Eran de sangre, pero no eran mías. Me incorporo corriendo, tumbo la silla, trastabillo y me caigo al suelo. Me levanto, corro a las carpas. De nuevo, el silencio, la nada. El horror. Los tres cuerpos en la primera carpa yacían inertes, atravesados por poderosas lanzas negras serradas. Palidecí. Entendí que probablemente las pintarrajeadas en mi cuerpo, serían sangre de mis propios compañeros.

Corrí a la segunda carpa. Aquella donde horas antes dormía tan cándidamente. ¡Visión apocalíptica! Se repetía la escena. Sus tres ocupantes lanceados con saña en sus torsos. Ninguno de los seis respiraba.

¿Qué había pasado? ¿Por qué no había escuchado ni un ruido? Y aún más, ¿cómo es que me habían perdonado la vida los taromenanes? Quizás mis rasgos indígenas, les habían valido como un salvoconducto clemente.

Sea como sea, mi conocimiento de la selva me ayudó a tomar un camino más transitado en mi rápida huida (escopeta en mano) por la selva, de regreso al puesto más cercano de guardaparques del Yasuní.

Dejé la selva para siempre. Y pedí cambio para las oficinas del Ministerio del Ambiente en Quito. Hoy en día aún no logro entender porqué me quedé dormido de esa manera.

Hoy en día, no logro entender porqué no escuché ningún ruido en ningún momento. Sólo unos expertos antropólogos en lenguas amerindias, opinan que las marcas en mi piel efectivamente realizadas con sangre de los asesinados, representaron un aviso por parte de los ‘no-contactados’ de “no vuelvas más nunca por nuestras tierras”. Hoy en día, le estoy contando esto al psiquiatra que me trata desde hace años.

«De Javier Montes de Oca»

Disfrutar del arte subido a una azotea en Barcelona con Terrats en Cultura

Hace apenas dos primaveras que ha nacido y este verano intentará apuntalarse como una de las iniciativas culturales underground más novedosas e interesantes de Barcelona. Se trata de Terrats en Cultura 2015, una serie de 10 espectáculos artísticos llevados a cabo en amplias azoteas de Barcelona.

Los responsables de esta nueva experiencia cultural, se hacen llamar Coincidències, asociación cultural barcelonesa, quienes aseguran que la razón de existir de esta nueva plataforma para las artes es…Sigue leyendo mi artículo completo en:

http://es.blastingnews.com/barcelona/2015/05/disfrutar-del-arte-subido-a-una-azotea-en-barcelona-con-terrats-en-cultura-00380141.html 

Finaliza la tercera temporada de ‘Vikings’

La tercera temporada de la saga épica televisiva ‘Vikings‘ ha llegado a su final esta semana. Sin embargo, The History Channel, cadena que produce y transmite la serie, ha asegurado recientemente que el seriado tendrá cuando menos, una temporada más.

‘Vikings’, que pretende explorar el brutal y legendario mundo de Ragnar Lothbrok,…continúa leyendo mi artículo aquí:

http://es.blastingnews.com/ocio-cultura/2015/05/finaliza-la-tercera-temporada-de-vikings-00373787.html

Los doce largos años sin Blur han acabado

Finalmente han regresado. Se dice rápido, pero doce años son mucho para una banda que entre 1991 y 2003 solía estar en boca de todos los amantes del rock, principalmente el producido en las islas británicas. Con el cuarteto original reunido, Damon, Graham, Alex y David han lanzado esta semana su esperado larga duración The Magic Whip (El Látigo Mágico) inspirado en…Lee mi artículo completo en:

http://es.blastingnews.com/ocio-cultura/2015/04/los-doce-largos-anos-sin-blur-han-acabado-00370557.html

 

PERO.

Genialidad! Gracias por ser tan lúcido en este tema. Sigue escribiendo porfavor, saludos!

PERO. En los últimos cuatro días he leído demasiadas veces esa palabra. Normalmente introduciendo una adversativa tras una declaración de buenas intenciones de perogrullo. «Condeno el uso de la violencia PERO». «Estoy a favor de la libertad de expresión PERO». Hablo, claro, de las reacciones al atroz, terrible crimen que varios terroristas cometieron en París y que acabó con las vidas de diecisiete personas, entre ellas cinco dibujantes de la revista Charlie Hebdo, blanco del ataque. En un primer momento, cuando sucedió, me quedé completamente bloqueado. Incapaz de reaccionar, ni mucho menos de escribir sobre lo que había pasado. No quería escribir en caliente, no quería decir cosas en público de las que luego pudiera arrepentirme. Quería tener cierto duelo antes de hablar, porque el dolor en ocasiones no es buen consejero. Y esto me ha dolido muchísimo. Necesitaba distancia y cierta reflexión. Por desgracia, fui de los pocos…

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Relato Breve Javier Montes de Oca

La isla que los criollos llaman Ayiti

Relato Breve Javier Montes de Oca

Irremediablemente en un par de minutos, comenzó a sentirse profundamente mal y antes de que ya no pudiera valerse por sí mismo, se dejó guiar por el bokó montaña arriba.

Toussaint se adentra en lo oscuro de la selva caribeña. Lleva colgando un saco de paja para recolectar las hierbas necesarias para su encargo. Hasta ahora ha recogido algo de Datura Metel y otro poco de Datura Stromonium. La Mucuna Pruriens, sin embargo, le ha costado mucho más. Este árbol no se encontraba en época de floración en la isla. La escopolamina y la atropina, ingredientes imprescindibles para lograr su cometido, las había adquirido esa mañana a un colega Bokó que había conocido hacía poco en el Zobop que frecuentaba.

Cuando decimos bokós nos referimos a poderosos hechiceros haitianos practicantes del Vudú más oscuro imaginable. Se dice de estos bokós, que “trabajan con ambas manos”, es decir, que perfectamente pueden prestarse para los hechizos más perjudiciales, siempre que les paguen por sus “trabajos”. Los Zobop por su parte, son agrupaciones de estos brujos, casi delictivas, reunidas para sumar poderes y cubrir sus fechorías mutuamente.

De esta manera, el enjuto brujo haitiano, bajito y esquelético, ya había recopilado todo lo que requería para el cometido que le había designado un forastero venido de una aldea lejana del otro extremo de la isla, que respondía al apodo de Narum Elié. Por cierto, que el pago por sus servicios había sido entregado por este forastero de manera sorprendentemente veloz y además, por un monto superior a su tarifa standard. De regreso ya en su oscuro y sucio rancho apestoso a alcohol, hierbas y a carne descompuesta a las afueras de la aldea de Mombin-Crochu, Toussaint colocó sobre la corroída mesa de madera, y por separado, cada manojo de hierbas recogidas durante ese anochecer. Luego, se dirigió a la humilde despensa y recogió los frasquitos de vidrio que contenían los temibles venenos naturales que había adquirido esa mañana.

Sin embargo, todo ese esfuerzo se vería reducido a un trabajo chapucero si Toussaint no hubiera comprado en el mercado de la aldea, un hermoso pero letal Pez Globo caribeño, el cual es capaz de producir la toxina natural más mortífera jamás conocida por el ser humano: la tetradotoxina. Acercándose con sus pasos cansados a su vieja y herrumbrosa nevera, sacó el animal de la misma, lo colocó en una tablita de madera, y con maestría, aprendida de su maestro bokó durante largas veladas despierto, cortó sus órganos sexuales, bilis y vísceras, lugares donde se almacena todo el poder asesino de esta toxina. Una vez que hubo extraído la dosis necesaria, Toussaint machacó con una piedra todas las yerbas y agregó rociada la tetradotoxina.

Colocando el fino polvillo blanco en un cuenco, ya tenía la primera parte del trabajo listo. A continuación, se dirigió a un cobertizo anexo a su rancho y comenzó a cavar en la tierra un profundo hoyo. Mientras le infligía estas heridas al suelo de la montaña donde moraba, bebía unos tragos de su anís isleño, a la par que lo escupía sobre el hueco. Tras finalizar mediante suaves pero constantes golpes de pala, se cambió la ropa y se vistió con sus galas de bokó: su sombrero de paja que lo identificaba como un Houngan, o brujo de la magia blanca haitiana y su chaleco típico que venía a complementar el atuendo de su fe. Acto seguido, tomando el cuenco con la poderosa mezcla y escondiéndolo en su saco de paja, se encaminó montaña abajo, hacia el centro de Mombin-Crochu, sólo iluminado por la luz de luna. Al cruzar una lúgubre esquina, lo percibió. No recordaba haber llegado nunca tan rápido. Era el bar de Maman Mergena lo que buscaba. Se había citado días atrás con Selvandieu, con la excusa de realizar un negocio con sus cabras. El campesino, oscuro como la noche, ya estaba allí bebiéndose un ron barato.

  • ¡Selvandieu, si ya estás aquí! Discúlpame la demora. He debido sacrificar a una cabra que se me puso enferma – mintió el bokó en su lengua créole.
  • No pasa nada, Toussaint. Me estoy bebiendo un ron delicioso en tu honor – le dijo socarronamente el campesino.

Tragos iban y venían, mientras discutían de animales, cosechas y mujeres. En un determinado momento que Selvandieu debió dirigirse al baño, Toussaint rápido como el rayo, sacó su cuenco y lo vertió íntegro en la bebida del pobre incauto.

  • Pufff, ¡vaya meada que necesitaba! – dijo ya ebrio, mientras apuraba su trago hasta el final.

Irremediablemente en un par de minutos, Selvandieu comenzó a sentirse profundamente mal y antes de que ya no pudiera valerse por sí mismo, como un títere con dificultad, se dejó guiar por el bokó montaña arriba. En pocos instantes, y con el tiempo justo hasta llegar al cobertizo del brujo, el pobre negro perdió el conocimiento y se desvaneció por completo en los brazos de Toussaint. La siguiente etapa del embrujo había culminado con éxito.

Toda la maquinaria del Hechizo Zombie Vudú de Toussaint se había puesto a trabajar a favor de sus oscuros propósitos. Resulta que Narum Elié y Selvandieu tenían unas cuentas pendientes desde hacía aproximadamente una década, cuando este último sedujo a la prometida de Narum. Nunca se produjo la reconciliación y ahora éste venía a cobrarle sobradamente lo que Selvandieu le había arrancado. Conocida entre los afectos al Vuduismo la fama como bokó de Toussaint, Narum había recorrido media isla para ir en su búsqueda. Le había encargado realizarle a su enemigo el peor de los castigos vivientes: el hechizo de zombificación.

Toussaint, colocó sus dedos en las fosas nasales del embrujado y sintiendo su debilísima respiración con maestría, invocó a sus Loas, entidades sobrenaturales del Vudú, principalmente al Baron Samedi, espíritu burlesco de la muerte y los cementerios. Cuando estuvo seguro de la respuesta del espectro, agarró con fuerza el cuerpo del agricultor y con solemnidad lo colocó en la fosa que había cavado. Luego, con bruscos golpes de pala, cánticos al Baron y escupitajos de ron, el trabajo quedó sellado.

Cuarenta y ocho horas después, tras los numerosos cantos de los gallos silvestres que poblaban estas zonas rurales de Haití, el hechicero se despertó como de costumbre. Se colocó su sombrero de paja típico y otras ropas limpias de bokó. No quería levantar sospechas en la autoridad, si bien, su fama era de sobra conocida y no sería ni la primera ni la última vez que practicaría este rito de “ambas manos”. Un instante después llegaría Narum Elié, quien tenía que certificar, como es lógico, que el encargo hubiera dado los frutos deseados. El sabor de la venganza le estaba carcomiendo las vísceras. Luego de intercambiar saludos y de encomendarse a sus loas, Toussaint lo guió hasta el cobertizo. En la tierra pelada, encima del montículo que señalaba el brujo, podía distinguirse una cruz blanca clavada, junto a un sombrero, un habano y una botella de ron, pistas indiscutibles de la presencia nocturna del Baron Samedi.

El conjuro sería llevado a cabo esa mañana. Ambos hombres cogieron sendas palas y tratando de no golpear al cadáver, lo desenterraron por completo y lo sacaron del foso. El bokó comprobó la débil respiración de la víctima y midió su pulso ¡Selvandieu aún se encontraba completamente vivo!

Demandándole su correspondiente autorización al Baron Samedi, señor de los muertos, para “resucitar” al campesino, Toussaint logró reavivarlo en poco tiempo. Abriendo los ojos, éste mostraba una expresión completamente perdida, uno ojos sin vida. Con rapidez, saltó a los anaqueles y buscó los frasquitos con escopolamina y atropina y mezclándolos como una pasta amorfa blanquecina, se la dio con total facilidad al revivido.

Estos potentes alcaloides afectan de gran manera al cerebro y al sistema nervioso, y aunado al terrible coctel que Toussaint le había suministrado tan sólo unas 48 horas antes, Selvandieu había sufrido un daño irreparable de por vida. El Baron Samedi, a través de la magia negra del bokó había engendrado un nuevo zombie para la nación caribeña. Narum saltaba de alegría. Profirió terribles insultos y vejaciones al pobre campesino, que sólo atinaba a emitir unas voces nasales de ultratumba, la mirada blancuzca errante.

  • Haga lo que haga, jamás debe de probar la sal. Un alimento salado para tu Zombie y puedes despedirte del mundo – le advirtió el brujo.
  • Comprendido maestro, este infeliz ahora sabrá lo que es bueno – respondió el iracundo hombre.

El destino de Selvandieu acababa de ser sellado por el resto de su miserable vida. El causante del horrible flagelo que padecería, había decidido ya su suerte: poseía una extensa plantación de caña de azúcar y utilizaría a su enemigo como esclavo hasta el fin de su vida. Y sin jamás poder rebelarse.

El bokó le había fabricado un esclavo perfecto: un enemigo que trabajaría sin cansancio, sin quejas, con la mirada perdida, sin apenas poder articular palabra y sin pedirle nada a cambio. Agarrándolo por un brazo lo metió en su jeep y se lo llevó montaña abajo, a su pueblo, a trabajar durante años completamente narcotizado y con el sistema nervioso permanentemente hecho añicos.

Toussaint, bebiéndose un trago puro de ron, realizó sus oraciones a los loas y agradeciéndoles por haber acabado con éxito un nuevo embrujo zombie vudú, se dirigió a la selva a por más semillas tóxicas. Esta noche tenía reunión de Zobop y no quería llegar tarde. Un nuevo día tenían por delante todos los habitantes de esa hermosa isla caribeña que los criollos llaman Ayiti.

“De Javier Montes de Oca”

La narcotización adormecedora de la sociedad venezolana

6 años sin pisar mi país natal. Por diversas razones, principalmente de desacuerdo político con las gestiones del régimen de Hugo Chávez, así como económicas debido a las condiciones laborales precarias en el antiguo continente, donde resido. El hecho, es que transcurrió más de un lustro, para que volviera a recorrer las calles de Venezuela.

Lo cierto es que, aparte de las alegrías que viví durante el mes que pude permitírmelo, gracias tanto a mi familia de sangre, como a mi familia putativa, y a algunos pocos amigos que tuve la ocasión de ver, el estado depresivo en el que la política ha sumido a la sociedad de mi nación, es algo que nunca jamás creí llegar a presenciar en esta tierra caribeña tan cargada (y que por favor, no suene a cliché, porque no lo es de ninguna manera) de alegría, optimismo, entusiasmo y risas. Durante mi actual paso por Europa, no he tenido la ocasión de rodearme tanto de esas cualidades humanas, como lo hacía cuando vivía en Venezuela.

Sin embargo, a mi gente allá le han trastocado el ánimo, la han narcotizado, la han transmutado con vileza y animadversión en seres inertes que vagan por la vida, cual zombies, sin ninguna esperanza, sin ninguna luz al final del túnel que señale que las cosas efectivamente pueden ir mejorando, que esto que atravesamos, es sólo una crisis pasajera, una racha negativa que sólo ha durado varios años y que estamos predestinados a superar. No. De hecho, es todo lo contrario.

Hace algunos años, existía una convicción férrea en el venezolano sencillo, el de a pie, el que sólo quiere vivir su vida sin serias complicaciones políticas, de que efectivamente, este caudal de energías sociales negativas llamado “chavismo” pasaría pronto y la nación, podría comenzar a desandar aquel camino repleto de intransigencia, de odio, de venganza, de vagabundería, de negligencia, de nihilismo y lo que es peor aún, de muerte, que el Sr. Hugo Chávez Frías y su fiel seguidor oportunista, el Sr. Nicolás Maduro Moros, nos habían señalado.

Ahora no. Lo he vivido en carne y hueso. Ya no tengo ni un solo familiar, ni un solo amigo cercano que resida allá, que esté convencido que pronto, por las buenas o por las malas, cesará esta dictadura y algún gobierno democrático pueda sondear los malos agüeros del Chavismo para tratar de enderezar el timón de la nave perdida, de la nave fantasma. Este estado depresivo, el de la Venezuela zombie, se sostiene en que nadie tiene confianza suficiente para creer que los distintos factores que no convergen con el régimen autocrático, puedan realmente llevar a buen término, acciones que siquiera hagan tambalearse a la dictadura.

Precisamente, es aquí dónde el régimen chavista, ha sido tan inteligente durante estos tres lustros: ha sabido sistemáticamente desmotivar y desmovilizar, a través de duros golpes rastreros y de “puñaladas traperas” (en buen argot criollo), a los diversos componentes opositores: a la sociedad civil, a los partidos políticos, a las ONG’s, a los empleados de los poderes públicos, al estudiantado, a las asociaciones de vecinos y finalmente, no hay que descartarla, a la milicia.

A su vez, el cuantioso lobby internacional a través de las embajadas, partidos políticos, gobiernos de la región, cineastas y actores de Hollywood y asociaciones de corte marxistas, todo, eso sí, a punta de golpe de jugosa chequera petrolera, ha contribuido a forjarle al régimen una careta de demócrata, que realmente no tiene pero ni en la mente del más naïf de los seguidores chavistas. Eso en estrategia militar sería como un golpe magistral, una encerrona, una emboscada perfecta a la disidencia venezolana.

El haber pasado por tantos acontecimientos políticos seguidos adversos, ha desmotivado al venezolano que inclusive, sabiendo que su sueldo no le alcanza para llegar a final de mes, de que vive en uno de los países más inseguros del planeta (con más de 24 mil asesinatos sólo en 2013, y más de 200 mil durante toda la era chavista), con una inflación que supera el 61% (y que también es la más alta del planeta), con graves problemas de abastecimiento en varios de los rubros básicos de alimentación e higiene, con fuertes restricciones e inconvenientes para acceder a divisas extranjeras y a billetes aéreos, así y todo, el venezolano promedio se ha decantado por quedarse en casa y evitar las acciones normales y democráticas de protesta.

Pareciera un cuadro clínico de alguna afección psiquiátrica. ¿Cómo conviertes a una de las idiosincrasias más alegres, optimistas y fiesteras en un pueblo muerto por dentro? Pues para saberlo sólo basta conocer la historia reciente de Venezuela, tanto en lo que compete a los desastres gerenciales del régimen chavista como a los diferentes costosos errores de los políticos opositores.

Y es que ninguna de las estrategias opositoras ha funcionado: ni elecciones limpias, ni la abstención a la Asamblea Nacional, ni los referéndums revocatorios, ni las manifestaciones masivas llevadas a cabo principalmente entre 2001 y 2004, ni los paros de todo el aparato productivo nacional, ni las manifestaciones cívicas realizadas desde el hogar, ni las acciones de calle, ni los llamados “casa por casa”, ni siquiera la pequeña gran victoria electoral contra el régimen en 2007, cuando se le ganó a la maquinaria electorera del gobierno en el rechazo al intento de modificación “socialista” de la Constitución nacional. Nada.

Por supuesto, la estocada final del régimen para hacer caer en la más profunda narcolepsia a la sociedad venezolana, resultó la victoria amañada, tal como muchas organizaciones tanto nacionales como internacionales de prestigio declararon, del candidato oficial Nicolás Maduro, tras el fallecimiento de Hugo Chávez, en abril de 2013. Como consecuencia de este golpe bajo, la sociedad civil estuvo adormilada un año, sin lograr siquiera alzar su voz contra la opresión chavista. Sin embargo, en febrero de 2014 y durante 5 meses, una luz de esperanza se encarnó en la juventud estudiantil, que tomó la calle a diario, como forma de protesta contra la delincuencia, la corrupción flagrante, la inflación, el adoctrinamiento, las graves carencias en el sistema sanitario y farmacéutico en el país, así como el aislamiento al que está siendo sometido el país, tras la enorme reducción de vuelos internacionales.

Sin embargo, y a pesar de lo que habría podido esperarse en cualquier otra nación, con escenarios incluso mucho menos graves que el venezolano, no existió en ningún momento, ninguna avalancha de respaldo al noble movimiento estudiantil del 2014. Al contrario, en vez de sumar apoyos masivos, recibió fuerte crítica de distintos sectores dentro de la propia oposición venezolana, que apostaba más bien, a aguardar. Pero ahora bien cabe la pregunta, ¿aguardar a qué?

Retornando a mi reciente experiencia en Venezuela, destaco que me chocaron con violencia los precios de las cosas, inclusive las más básicas como alimentos, medicinas, repuestos, etc. Y eso si es que corres con la dicha de conseguir lo que necesites. Que esa disyuntiva me resultó totalmente desconocida, porque cuando dejé mi país en 2008, prácticamente había de todo en el país y la escasez todavía no era un verdadero monstruo. ¿Cómo un gobierno “socialista” es capaz de llenarse la boca con frases hechas aseverando que en Venezuela el pueblo tiene una inapreciable calidad de vida, cuando está a la vista de que es todo lo contrario? Realmente la desfachatez opiácea de este gobierno, llega a niveles de estudio clínico.

Otro factor que resalto es que cuando aún residía en mi país, la cantidad de propaganda oficial, si bien resultaba excesivamente alta para cualquier país democrático occidental, no era ni la punta de la sombra de lo que es hoy en día. Definitivamente, el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, resucitó en los trópicos. Transitar por cualquier espacio de cualquier urbe o incluso pueblo pequeño nacional, sin toparse a cada instante con la terrible propaganda oficial y partidista del gobierno, es matemáticamente imposible. Hasta allí, llegan los enormes recursos petroleros de este país. Para eso sirven: para forrar con las caras del difunto Chávez y del actual dictador, Nicolás Maduro, cada esquina del paisaje humano venezolano. Y es que al paso que vamos, ya hasta pronto en la selva, montañas, playas, ríos y desiertos colocarán también, la horrenda propaganda oficial.

Precisamente, cuando observas a la gente humilde, de pie, bajo el fuerte sol caribeño, realizando sus largas colas para acceder a los productos más básicos de la alimentación, estoicamente sin quejarse, comprendes que este enorme gasto en propaganda, que a la vez va amenizada con más de 8 canales de TV pública al servicio del régimen, y muchísimas estaciones de radio, diarios, semanarios y páginas web que cumplen el mismo fin adoctrinador, ha dado resultado. Comprendes que el censurar medios de comunicación privados, así como el comprar a los que no han querido plegárseles, ha funcionado. Comprendes, que la existencia de círculos comunitarios «bolivarianos» plegados al Poder en cada barrio de cada ciudad, con 15 años de labor propagandística y en muchos casos, amenazante, han dado el resultado tan deseado por la doctrina castrista que practica el chavismo.

Es en ese momento, que por más que te lo cuente a diario tu familia y amigos en el país, es en el momento que observas por ti mismo como gran parte de la ciudad capital está militarizada con efectivos portando armas largas y equipo anti-motín, que logras comprender el “adormilamiento” y la depresión colectiva que existía en el país. Es cuando reflexionas, que a día de hoy, más de 1.6 millones de venezolanos han emigrado desde 1999, la mayoría con consciencia opositora, con estudios universitarios, la mayoría jóvenes menores de 40 años, muchos de quienes nos opusimos activamente al régimen, mientras vivíamos allí. Es ahí cuando entiendes, que no será tan fácil salir de este hondo pozo social.

El pasar por tantos acontecimientos políticos seguidos adversos, ha desmotivado al venezolano.

A la gente allá le trastocaron el ánimo, la narcotizaron, la transmutaron con vileza y animadversión en seres inertes que vagan por la vida, cual zombies.

Sin embargo, no todo está perdido. La verdad es que igualmente y a pesar de los titánicos inmorales esfuerzos de la dictadura chavista, existe mucho descontento y desafección por el caótico sistema de vida que impera en el país. Es ahora, cuando la oposición tiene que unirse y “sentar cabeza” de una manera más activa y lograr, esta vez sí y de una vez por todas, capitalizar a su favor ese inmenso descontento que lentamente va despertando de esa narcolepsia inducida. Y esto no sucederá, es bien sabido de todos, hasta que no sean capaces de incluir en un sentido amplio, a los sectores más populares del país. A aquellos que en su día optaron por ver a Hugo Chávez como un salvador, un caudillo, un mesías que todo lo resolvería. Pero ese día está cerca. Ya la niebla de la depresión ha comenzado a disiparse.

 

«De Javier Montes de Oca».

Chavismo o la Crónica de un Fracaso anunciado

El régimen incompetente que gobierna esta nación tiene que enfrentar en los próximos meses medidas ampliamente impopulares tales como una nueva devaluación de la moneda nacional, el bolívar.

Se dejaron pasar durante lustros con timidez y respuestas frías, temas gravísimos como el desmantelamiento de la empresa petrolera, el partidismo político raudo y expreso en los tribunales, en la fiscalía, en la defensoría del pueblo, en la contraloría general y como caso arquetípico y uno de los más graves: en el renglón electoral.

 

Venezuela. ¿Qué les puedo decir de este país tropical, caribeño? Nada que ya no sepan. Sólo quedan buenos recuerdos sentidos de lo que fue una niñez, una adolescencia, una juventud prometedora. Era un país lleno de futuro, de niños, de jóvenes plenando los salones de clases de las escuelas, institutos y universidades.

¿Teníamos problemas? Sí. Miles de problemas, como todas las jóvenes repúblicas latinoamericanas, africanas o asiáticas, es decir, las naciones del mal denominado “Tercer Mundo” o países “en vías de desarrollo”. Faltaban chicos por escolarizar, mejor distribución de la riqueza que entraba por concepto de petróleo, hidrocarburos, minerales, agricultura y otras exportaciones. Estaba el problema de la escasa producción en el país, que siempre desde tiempos inmemoriales ha preferido importar casi todo lo que consume a producirlo en el propio territorio nacional. El problema de la vivienda era esencial, cientos de miles de venezolanos se agolpaban en los cerros de las principales urbes donde se ubican las barriadas populares en casas de materiales muy baratos que cada vez que llovía, se llevaba al traste los sueños de progreso de esas depauperadas personas.

Enfin, miles de problemas, como en cada nación. La inflación de los precios de todo lo esencial, así como los numerosos focos de delincuencia y violencia callejera amenazaba con hacernos pasar por tiempos agudos de precariedad social. Sin embargo, nada hacía preveer la debacle que se le vendría al país petrolero en los últimos tres lustros.

Apareció mesiánicamente un caudillo, venido de las llanuras occidentales del país, antiguo militar, quien hubiera cumplido una cortísima condena en prisión por un sangriento golpe de estado en 1992, que se saldó con decenas de víctimas inocentes. Al ser furtivamente indultado, este funesto personajillo se dedicó a hacer política y con una verborrea pródiga, una oratoria y retórica inflamatoria, se metió en el bolsillo y en el corazón a millones y millones de venezolanos. Literalmente.

El resto ya es historia archiconocida. Cuando a un caudillo populista sin preparación ni historia democrática contrastada se le da la oportunidad de medirse en unas elecciones versus candidatos que representaban lo mismo que tenía el país después de cuarenta años de políticas fallidas, no había que ser pitoniso para saber lo que pasaría. Este señor, valiéndose del amplísimo poder popular, político, judicial y militar que tenía, fue olvidándose groseramente del principio democrático fundamental de la separación de poderes y actuó como el Kraken de la mitología nórdica, absorbiendo todos los entes e instituciones públicas y hasta privadas que hacían vida en el país con sus tentáculos silenciosos (y no tan silenciosos).

Para ello, se valió de tretas, artimañas y argucias que los uno aplaudieron sin reflexionar como focas y los otros, prefirieron no unirse, no levantar la voz y utilizar la tan clásica y dañina expresión venezolana: “no vale, yo no creo que haga eso”. Esto se podía escuchar como contestación a diario entre amigos, tras cada exposición del acontecer y actualidad nacional.

De esta manera, se fueron dejando pasar durante lustros con timidez y respuestas más frías que tibias, temas gravísimos como el desmantelamiento de la empresa petrolera, el partidismo y favoritismo político raudo y expreso en los tribunales, en la fiscalía, en la defensoría del pueblo, en la contraloría general y como caso arquetípico y quizás uno de los más graves: en el renglón electoral.

De esta manera, poco a poco aunque sin ninguna pausa, la sociedad venezolana se fue dejando meter unos golazos de parte del PSUV o partido liderado por el antiguo teniente coronel golpista. Casos gravísimos como el de la ideologización en escuelas, universidades y hasta hospitales y centros de salud. Ahora el PSUV, como buen partido de izquierda extremista, intentaba reescribir la historia según su utópica visión en la que ellos eran los únicos intermediarios válidos ante toda la problemática venezolana. Siempre se persiguió y castigó a la disidencia, por el simple hecho de hacer su trabajo como en los casos de los comisarios de la desmantelada Policía Metropolitana de Caracas, Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, o la jueza Afiuni, insultada en cadena obligatoria de radio y TV o el caso del exgeneral del ejército Rául Baduel, a quien se le pasó factura política por haberse pasado al bando opositor.

Otro caso que la sociedad venezolana resintió fue la pérdida de espacios comunicacionales privados e independientes tales como canales de TV, emisoras de radio, páginas web, diarios y revistas. Estos mass media corrieron la suerte algunos de ser cerrados, otros obligados a cerrar por no ser rentables, otros vendidos y comprados por testaferros afectos al proceso chavista, otros más auto-censurados, so pena de no padecer millonarias multas por parte de los órganos censores del gobierno por decir alguna verdad que no conviniera al régimen cada vez más autocrático.

Sin embargo, aún no hemos hablado a fondo de uno de los peores agravantes de la terrible situación venezolana: la delincuencia. En Venezuela es exageradamente sencillo tener un arma y comprar municiones. ¡Y no cualquier pistolita! Hablamos de armas de guerra filtradas por los propios policías y militares directo a las favelas, ya que muchos de ellos (totalmente malpagados y con condiciones de trabajo miserables), o bien pertenecen a peligrosas bandas delictivas o tienen amigos y familiares “militando” en ellas. Además, estos jóvenes (muchas veces niños de 14 años), que además consumen alcohol y estupefacientes en grandes cantidades justo antes de sus felonías, se logran esconder en estas favelas y mimetizarse así en el paisaje urbano depauperado a espaldas de las clases medias. Por esta razón, a estos cerros “no sube” la policía y cuando lo hace de manera muy timorata, es muy poco lo que puede lograr.

Si a esto le sumamos que el sistema de cárceles en Venezuela no reforma sino que más bien “forma” criminales peligrosos y llenos de saña infrahumana, por las deplorables condiciones en las que sobreviven los reos venezolanos y a un “sistema” de justicia completamente ineficiente y corrompido que, según todas las ONG’s consultadas deja sin castigo a un promedio entre el 93 y el 95% de asesinatos, ya es posible imaginarse el caos que se produce en un país desmantelado de esa manera. En una sociedad descascarada.

¿Qué obtuvo de beneficioso el pueblo venezolano a cambio por su fidelidad? La clase media y alta, absolutamente nada. En cambio, contrasta con las lamentables pérdidas de su calidad de vida en todos los sectores anteriormente mencionados y en otros tan normales y cotidianos como lo debería de ser el sistema nacional de suministro de agua (en un país que cuenta con gigantescos recursos naturales del vital líquido) y luz eléctrica (con enormes plantas hidroeléctricas funcionando a un reducido porcentaje de su capacidad por falta de profesionalismo y por grave negligencia gubernamental), los repuestos para sus vehículos, además de la flagrante escasez en la alimentación y en conseguir materiales para rubros como por ejemplo, la construcción.

Eso sin contar, la enorme dificultad para poder viajar fuera del país, debido a la disminución drástica en pasajes aéreos a otros destinos y que cuando se consiguen, cuestan unos precios tan exorbitantes que no cualquiera puede permitírselos. A esto hay que aunarle el severo Control de Cambios que prevalece en Venezuela desde el 2003 (CADIVI), por el cual no se puede obtener ninguna moneda extranjera, sin intermediación del gobierno nacional, quien es finalmente el que decide quien puede obtenerlas, a qué precio, por cuánto tiempo, para cual finalidad, asignando siempre el gobierno los montos según sus propios criterios.

Eso sí, paradoja del “socialismo chavista”: para poder acceder a cualquier moneda extranjera debes de tener una sólida tarjeta de crédito (con un amplísimo margen crediticio) respaldada por un banco privado nacional. ¡Qué paradoja made in Venezuela!

Ahora, centrémonos en las clases bajas que históricamente han sido el voto duro del chavismo. Existen sectores populares que en los primeros años, aproximadamente hasta el 2007-2008 vieron mínimamente mejorada su calidad de vida, puesto que de pasar a no tener nada en la llamada IV República (esto siempre es totalmente discutible), pasó a tener acceso a migajas de la inmensa renta petrolera que entraba al país.

El teniente coronel golpista y caudillo en cuestión, Hugo Chávez y luego su sucesor, Nicolás Maduro, han contado con la inconmensurable suerte de que el precio del barril de petróleo ha oscilado los 100$ desde hace más de una década. Por esa razón, le fue sencillo a Chávez a partir de 2004 organizar unas acciones sociales que él dio en llamar “Misiones”, donde bajo la estrecha colaboración de funcionarios cubanos traídos al país gracias a la gran admiración que el dirigente profesó siempre hacia Fidel Castro, se le suministraba al pueblo gratuitamente alguna atención médica en sus casas o se le brindaba educación primaria y universitaria o se le daban créditos para sus proyectos de cooperativas o se intentaba sacar a los mendigos de las calles, etc.

Estos programas, bien entendido, eran una forma directa de amplio clientelismo político y populista puesto que siempre se hacía todo, bajo la premisa de que era Hugo Chávez quien personalmente les daba todo eso y nunca se concibieron como un “derecho” del pueblo venezolano. Además, a estos préstamos, créditos o matriculaciones educativas, el gobierno jamás le realizaba un seguimiento profesional. Es decir, están documentados cientos de casos de créditos concedidos a supuestas cooperativas que al cabo del tiempo finalizado, no se habían utilizado en ninguna de las razones para las cuales se habían destinado. Y lo peor: nadie pagaba por ello, mientras se seguía arruinando el erario público.

Entonces, ¿quién puede fiscalizar este desmantelamiento social? Absolutamente nadie. El sistema diseñado como un cefalópodo con saña ha comprado desde hace más de un década a todos los altos magistrados del órgano de justicia nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, así como al órgano encargado de la corrupción y de la administración del patrimonio: la Contraloría General de la República.

Pero lo más grave radica en la inteligencia con la cual ha manejado y usurpado todo el poder electoral. El Consejo Nacional Electoral es un reconocido órgano del Partido Socialista Unido de Venezuela (el PSUV). Su cabeza visible desde hace muchos años, ha sido vista alegremente en mítines del partido ostentando los colores y los símbolos de esta agrupación política. ¿Qué puede esperarse entonces de ellos? Para colmo de males, en Venezuela, como en muy pocos países del mundo, las votaciones tanto para la presidencia como para los cargos regionales están automatizadas, lo cual evidentemente, a nivel informático da pie a las mil y un manera de trucar estas máquinas. Y existen miles de pruebas más de fraudes electorales, reconocidas inclusive, por órganos internacionales imparciales.

Por estas múltiples razones y aunado a las detenciones arbitrarias de los líderes de la oposición democrática como Leopoldo López y de otras detenciones de estudiantes, un importante sector de la oposición venezolana ha salido desbocada a las calles a protestar masivamente desde el pasado mes de febrero de este año. Sin embargo, y a raíz de la durísima represión estatal, con agentes cubanos y la inteligencia del régimen castrista apodada G2 colaborando con las fuerzas tanto militares como paramilitares de Nicolás Maduro, el saldo final de las protestas que se extendieron en el lapso de tres meses, resultó de 45 personas fallecidas, cientos de heridos y cientos de privados de libertad.

Esta desmedida represión, perpetrada no solamente por los cuerpos de seguridad del estado, sino también por grupos de antisociales pagados por la “Revolución” chavista denominados colectivos, a la par de la debilidad y la injusta y desigual lucha que ha tenido que hacer frente la oposición democrática de este país, la ha menguado nuevamente. Por ende, desde mediados de este año ha debido recular en sus aspiraciones válidas a una salida de la crisis gubernamental y ha debido sumergirse nuevamente en un estado de adormilamiento rayano en la depresión colectiva.

Sin embargo, el régimen incompetente que gobierna esta rica nación petrolera tiene que enfrentar en los próximos meses medidas ampliamente impopulares como una nueva devaluación de la ya ampliamente golpeada moneda nacional, el bolívar, o el aumento de los precios de la baratísima gasolina subvencionada por el estado, entre otras. Esperemos, que esta nación con una larga tradición democrática, pueda a través de un despertar popular masivo de todos los sectores de la población, volver pronto a la ruta democrática y exigirle la rendición de cuentas a estos forajidos que han expoliado a toda una sociedad su más precioso patrimonio: la dignidad.

 

«De Javier Montes de Oca»

Barbas Ortodoxas por Javier Montes de Oca

Monjes ortodoxos de Esfigmenu lanzan molotovs a los agentes de la policía griega

Teodoreto había servido en el ejército griego antes de ordenarse y contaba con suficientes conocimientos para regir la defensa a un asedio policial.

Teodoreto se despertó temprano aquel día. Como siempre, se puso de rodillas y oró un buen rato, esta vez meditando sobre la dura lucha que le estaba asignada.  Se acicaló la larga barba, se colocó sus hábitos y se encasquetó las gafas lo más hondo que su aguileña nariz le permitía. Luego, cerrando su Biblia con sumo cuidado se dirigió al comedor comunal donde algunos de sus hermanos monjes le esperaban ya, a la par que otros apenas se estaban levantando.

El anacoreta griego, conocido por sus ideas radicales, pertenecía junto con el resto de la comunidad a una secta vetada por la Iglesia Ortodoxa, precisamente por su fundamentalismo: Esfigmenu. Teodoreto y los casi cien sacerdotes ortodoxos habitan este monasterio enclavado en una pequeña península al norte de Grecia, llamada Ayion Oros y que cuenta con ciertos privilegios y cierta autonomía del gobierno heleno. Más bien como una especie de Ciudad Vaticana ortodoxa. El problema radica aquí: en que son considerados herejes por Bartolomeo I, el Patriarca de Constantinopla y máxima figura en el mundo ortodoxo griego, entre otras cosas por no seguir fomentando la enemistad que viene desde el siglo XI con la Iglesia Católica romana.

Pero a Teodoreto le da exactamente igual lo que piense Bartomoleo I de sus dogmas y de sus métodos, ellos no están dispuestos a recular ni un ápice. Ni siquiera, lo han hecho desde que el gran Patriarca dictara hace once años una orden de desalojo del Monasterio de Esfigmenu, para ser reemplazados por alguna otra orden sumisa al viejo turco entreguista. No, eso no lo permitiría. Primero, tendrían que sacarlos muertos de allí, antes que entregarse ni a las órdenes del viejo, ni a las del gobierno griego. Ni a las de nadie. ¡Y que no se le ocurriera a ninguna mujer horadar el suelo sacro de Esfigmenu o sería linchada a palazos y pedradas!

Sí, desayunaron como habitualmente. Al finalizar, Teodoreto les pidió a todos los miembros de la arcaica comunidad que no se levantaran porque tenía que comunicarles las acciones del día. Con una arenga más subida de tono de lo habitual, de pie, casi rojo de la furia, el monje cincuentón, soltando escupitajos de rabia, juró ante su helénico Dios que la amenaza que le habían comunicado sobre el desalojo policial, sería repelida aguerridamente, hasta lanzándole los pesados iconos sagrados a los infieles, si fuera necesario.

Después de mandar a preparar la defensa con la mayor cantidad de objetos contundentes, barricadas y luego de explicarles a sus monjes cómo se preparaba un cocktail molotov, Teodoreto quien había servido en el ejército griego antes de ordenarse y contaba con suficientes conocimientos para regir una pequeña defensa a un asedio policial, se retiró a sus aposentos.

A media mañana y con el sol mediterráneo calentando los huesos, se oyeron sirenas de policía en stereo y un golpeteo nervioso en la rústica puerta de madera. Era Melecio, el monje de más alta confianza del fundamentalista Teodoreto, quién lo solicitaba alzando la voz lo más que le era posible sin llegar a gritar. Al regidor de Esfigmenu, le bastaron pocas palabras, para coger una larga vara metálica y salir corriendo dispuesto a partirle el cráneo a cualquier policía que se le atravesara.

Sacando medio cuerpo por el balcón del alto acantilado donde se encontraba el monasterio, vio cómo se estacionaban unas cuantas furgonetas policiales y de él bajaban decenas de policías. Los agentes del orden, confiados en que desalojar a unos pobres y viejos religiosos, no sería excesivamente problemático, apenas contaban con su uniforme y armamento reglamentario.

Los quince minutos que siguieron hasta que la policía logró subir fatigosamente los cientos de pequeños escalones desde la playa hasta la cima del monte donde queda el emplazamiento de Esfigmenu, fue más que suficiente para que la totalidad de los anacoretas se prepararan de tal manera que desalojarlos se convertiría en una cuestión de sudor y sangre.

Se escucharon las presentaciones y formalidades legales del jefe de la operación que anunciaba la consabida desagradable decisión del juez de instrucción griego, a lo cual sólo se escucharon improperios, insultos y amenazas. Tanto mejor que no se les ocurriera a estos perros de la ley hacer ingresar a una mujer en el recinto sagrado o se verían obligados a apedrearla hasta morir.

Dicho lo cual, unos atónitos policías vieron como caía cerca de ellos una bomba molotov, que los hizo cagarse en la madre de todos aquellos fanáticos ortodoxos. Recularon un poco. No conforme con eso, otras tantas llamaradas surcaron la distancia entre el balcón de la abadía y su entrada. Ante esta creciente hostilidad, los cuerpos policiales entendieron que no sería precisamente fácil dialogar con esta gente, que sólo obedecía a sus propios preceptos. Trajeron la tijera hidráulica y rompieron la vieja cadena que sujetaba la puerta, sin embargo al intentar entrar se encontraron con una barricada de obstáculos de madera y muebles que los monjes habían terminado de colocar.

Mientras los agentes intentaban deshacerse de aquella basura, una lluvia de palos y piedras cayó sobre ellos. Acto seguido Teodoreto alzó la voz y utilizando el eco de las paredes longevas del monasterio les anunció a los policías que ya podían irse por donde vinieron porque no habría ninguna fuerza del orden público que lograra sacarlos vivos de allí.

El jefe de la operación se lo planteó de nuevo. Miró a sus hombres desprotegidos y para colmo, poco moralizados debido a los fuertes recortes de austeridad por los que atraviesa el país heleno. Dio un profundo suspiro y oteó la estrecha bahía que abrazaba al Mar Egeo y mientras lo comunicaba por radio a sus superiores, otra andanada de madera, piedra, tablas y viejos objetos contundentes almacenados por años en alguna vieja alacena monacal, cayó sobre él y sus hombres. Sólo alcanzaban a ver anchas mangas negras, manos nudosas con grandes anillos y una que otra barba entre blancas y grisáceas.

Por fin dio la orden. Retrocedieron agradecidos. Y es que no se puede intentar desalojar de su hogar centenario a un ejército de viejos fanáticos fundamentalistas sólo con una orden y un franco poder de negociación. Por esta vez, Teodoreto y su ortodoxo Dios lo habían logrado. Pero los monjes sabían que no podrían resistir hasta la Eternidad, sin embargo, de Esfigmenu no saldrían vivos. De eso, ya habían realizado los votos.

«De Javier Montes de Oca»

¡Ésta no es otra canción de amor para Chávez!, por Xóchil Schütz

Por que considero a este artículo, sin lugar a dudas, una de las mejores y más realistas crónicas que haya sido escrito sobre la Venezuela Chavista por un extranjero en los últimos 14 años, en Cascandonueces queremos hacernos eco de las peripecias por las cuales obligaron a pasar a Xóchil en su viaje por Venezuela, «cortesía» del gobierno bolivariano chavista. Humildemente, gracias Xóchil por colaborar como testigo imparcial a ventilar cada una de estas indiscutibles verdades acerca de la pútrida dictadura venezolana…

La poeta alemana Xochil Schütz relata, en clave de crónica, su experiencia y participación en el décimo Festival Mundial de Poesía en Caracas. El espíritu de este texto es descrito por Schütz como las «impresiones del país que se autodenomina Socialismo del Siglo XXI».

Xóchil Schütz, invitada estrella al X Festival Mundial de Poesía en Caracas, Venezuela.

La poetisa alemana Xóchil Schütz narra el infierno que fue obligada a vivir en una invitación formal a Venezuela por el gobierno chavista.

El viaje para Caracas dura quince horas. Salgo del avión un sábado por la tarde cansada y pegostosa. Antes de presentarme ante los representantes del 10. Festival Mundial de Poesía que me recogerán en el aeropuerto, quiero refrescarme en el baño, pero no tengo tiempo. No he terminado de recorrer la pasarela del avión cuando veo mi nombre en un letrero sostenido por una joven. Paso, conducida por ella, sin tener que hacer la inmensa cola del control de pasaportes, al área VIP del aeropuerto. Está fuertemente vigilada por dos mujeres uniformadas de mirada mordaz.

La sala de aspecto señorial, amoblada con sofás de cuero, tiene aire acondicionado. En las paredes lucen pinturas, la más grande de todas muestra al presidente Hugo Chávez, fallecido en mazo de 2013.

Junto con otros poetas que también esperaban en el área VIP soy conducida a través de la instalaciones del aeropuerto en dirección a la salida. Mi vista se detiene sobre una gigantesca cola de personas esperando. Es ancha y seguro de por lo menos cien metros de largo. La mujer que nos busca me mira y dice: “Esperamos que te guste Venezuela”.

El viaje para Caracas dura cuarenta minutos. Veo montañas y pronto miles de chozas armadas de ladrillos, que se aferran a sus laderas.

Cuando le digo a la joven colaboradora del festival que debo cambiar algo de dinero, me exhorta a que los cambie con ella, de forma personal. Quiere viajar a Europa dentro de poco. La entiendo; aunque su abrupta exhortación y algo en su tono de voz me hace desconfiar. Que el gobierno ha establecido una tasa de cambio extremadamente baja, que los venezolanos tienen dificultades para acceder a divisas y que por eso se pagan altos precios por moneda extranjera en el mercado negro, eran cosas que había leído antes de emprender el viaje.

Más tarde, la joven me ofrece canjear mis euros por un precio que en realidad está 80% por debajo del precio promedio del mercado negro e incluso muy por debajo del cambio oficial. Me siento engañada. Me cuesta encontrar el valor para decirle a la joven que me está ofreciendo muy poco dinero. Cuando me oye, hace como si estuviera enterándose de que existe un mercado negro y me monta una escena de gran sorpresa. Poco después me ofrece un tipo de cambio un poco más alto que el anterior y me explica que debido a que ella trabaja para el Gobierno no puede pagar precios de mercado negro. Acepto el trato (que aún es desventajoso) porque temo que en los próximos días tendré que lidiar con frecuencia con esta joven y no quiero arruinar completamente el de por sí ya incómodo ambiente. A pesar de eso no me siento muy bien.

Seis semanas antes. La invitación es formal y amigable. La Casa de las Letras de Caracas me invita a participar en el Festival Mundial de Poesía. Me alegra mucho, pues me gusta viajar. El Ministerio de la Cultura estaba dentro de los patrocinantes. En Alemania el Estado también apoya este tipo de eventos. No creo que la situación amerite mayor precaución. Cuando Hugo Chávez aparecía en los medios alemanes, su autopromoción me parecía incómoda. Ahora está muerto y yo un poco curiosa. ¿Logró algo políticamente? ¿Es tal vez Venezuela un ejemplo de que el socialismo sí puede funcionar?

Acepto la invitación al Festival. Me informo regularmente a través del Internet sobre la situación política del país. Poco a poco comienzo a dudar: La economía está evidentemente en el suelo. Los medios de comunicación, se lamenta la prensa internacional, se encuentran controlados; el último canal de televisión independiente está siendo comprado por el Estado. De pronto leo que militares han torturado a manifestantes críticos al gobierno. No me suena a socialismo. Suena a dictadura. Pienso en cancelar mi participación en el Festival.

“Tú no eres Günter Grass”, me dice mi mejor amiga. “Tu ausencia no tendría ningún efecto. Y tal vez esas personas lo que están necesitando es poesía”.

Decido emprender el viaje. Poco después recibo el programa del Festival. En la primera página luce una imagen de Chávez. ¿Y esto qué es? No tengo nada que ver con este señor y nada de ganas de dejarme instrumentalizar.

También me pone a pensar el hecho de que yo —como poeta— debo abrir el festival. Con la actual situación política del país me parece un dudoso honor. Considero la posibilidad de citar las palabras de Rosa de Luxemburgo en la tarima: “La libertad es siempre libertad para el que piensa diferente”.

“Eres invitada”, me dice alguien. “No puedes ofender a los anfitriones”. Además de estar en contacto con los organizadores del Festival Mundial de Poesía, también estoy en contacto con el director de la biblioteca del Instituto Goethe en Caracas. Uno de mis talleres sobre la poesía slam tendrá lugar allí. Le escribo que la situación política del país me parece muy interesante. Me responde invitándome a un almuerzo informal con algunos autores críticos al gobierno. Me alegro mucho y me siento aliviada de no ser instrumentalizada por sólo uno de los lados. Sin embargo sigo teniendo una mala sensación respecto a este festival.

El hotel en el que nos hospedamos queda en el centro de la ciudad. Me dicen que no debo salir sola. Caracas es peligrosa. Se trata del antiguo Hotel Hilton que desde hace años pasó a manos del Gobierno de Chávez. Desde entonces no han limpiado las ventanas, las alfombras están sucias y la ducha de mi habitación no funciona. El servicio de habitación me trae el agua que pedí después de una hora. La siguiente simplemente no me la trae. El agua del chorro no es potable. Tengo sed. Comienzo a comprar agua en la tiendita del hotel, que abre de vez en cuando. En el desayuno evito además comer mantequilla. Está rancia.

De los cuatro ascensores del rascacielos funciona normalmente sólo uno. En consecuencia hay que esperar largos e improductivos ratos durante las horas de mayor afluencia. Cuando los huéspedes del hotel nos enteramos de que había un ascensor que sube a partir del segundo piso (mejor que nada), salimos corriendo en competencia para subir por la escalera.

En otra oportunidad me embuto entre el amasijo de gente aprisionada en el ascensor. La gente se molesta. Si el ascensor llega a quedarse parado a mitad de camino, seguro que me linchan.

A veces subo los 15 pisos a pie. Tengo muchas actividades previstas y no siempre tiempo para esperar.

No necesito lujo, pero este hotel no funciona lo suficiente.

Bienvenida oficial. El domingo en la tarde se nos da una bienvenida oficial a los cincuenta invitados al festival en el patio de un museo cercano al hotel. No, en realidad no se nos da la bienvenida. Se nos da un discurso en el que se exaltan los logros del gobierno socialista en el área de la cultura. Luego un segundo discurso, en el cual se exaltan los logros del gobierno socialista en el área de la Cultura. Luego un tercer discurso en el que el director de la Casa de las Letras, institución que nos ha invitado, con una mezcla de fervor y vanidad, expone que fue amigo personal de Chávez y lo grande que es el socialismo.

Durante los siguientes ocho días que estaré en Caracas, escucharé antes y durante cada uno de los eventos las palabras “Chávez”, “Comandante”, “Presidente” y “Patria”. Ya en este primer día su uso excesivo hace que mis oídos no las toleren más. Estoy alterada. Perpleja. ¿Qué es esto?

Es lunes por la tarde. Dentro de poco tendrá lugar la inauguración oficial del Festival en el teatro más grande de Suramérica. Se esperan más de dos mil personas. Me preguntan si quiero decir algunas palabras antes de recitar mi poema. De ser afirmativo, debo decir exactamente qué palabras serán. Respondo que no y me molesto un poco, porque luego del saludo informal que nos hicieron en el teatro, en el que se exaltaron los logros del gobierno en el área cultural del país y se nombró a Chávez al menos diez veces, había pensado de hecho en la posibilidad de decir algo.

Resulta que hay otra presentación antes de la mía: la de Chávez. En una pantalla gigantesca se le ve y se le oye, gesticulando de forma exageradamente sentimental, mientras recita un poema. ¿Este tipo realmente tenía que saber hacer de todo?—pienso. Entonces salgo al escenario. La gigantesca sala está casi vacía. Tal vez unas 300 personas se veían dispersas en ella. De esas 300, a lo largo de la noche, algunas gritan regularmente en coro “Chávez”. Es extraño; tiene un aire de teatro escolar.

Detrás del escenario, para los poetas, hay agua en pequeñas botellas de plástico. Tienen pegada una etiqueta en la que un nombre está impreso en letras gigantes: Chávez. El agua sabe venenosamente a plástico. Tengo sed, pero no me provoca tomarla.

Es martes por la mañana. Junto a mi intérprete voy en un taxi al Instituto Goethe. Allí doy mi primer taller sobre poesía slam. Doce personas, jóvenes en su mayoría, asisten al taller. Hablo sobre la poesía slam, el efecto social y literario que tiene… y que eventualmente no tiene. Escribimos textos acerca de la realidad social, los recitamos al grupo y los discutimos. Todos hablan libremente y ninguno grita “Chávez”. Es sólo luego de que recito mi texto recién redactado, que pregunta si Venezuela se está convirtiendo en una dictadura, que el ambiente cambia: una participante del taller desmiente con ahínco que la libertad de expresión se encuentre limitada en el país. Otros responden con indignación que en la Universidad ya no se puede hablar libremente por miedo a posibles consecuencias. Suena inquietante. No. Suena aterrador.

Dos jóvenes participantes deciden fundar un slam de poesía. Por supuesto es algo que me alegra.

Después del taller tiene lugar el almuerzo informal con el director de la biblioteca del instituto, su compañera de trabajo y dos artistas críticos al gobierno. Ambos artistas boicotean el festival por ser organizado por el Gobierno. Me entero de que la antes independiente Casa de las Letras, de la que recibí la invitación al Festival, fue tomada desde hace tiempo por personas leales al gobierno. Recuerdo entonces al fervoroso-vanidoso amigo de Chávez que nos “saludó” el domingo y ya no me sorprende nada.

La autora crítica al gobierno me dice que con su arte sólo intenta poner orden en el caos que causa en ella la situación política y social.

Me siento en sintonía con las personas en la mesa y no quiero irme. El almuerzo se extiende. Mi intérprete debe recordarme repetidas veces que ya es hora de partir: debemos regresar al hotel y después seguir a una lectura.

Nos despedimos afectuosamente y corremos bajo la lluvia tropical a lo largo de una calle.

La Limonera. Junto a otros autores un pequeño autobús nos lleva poco después a una lectura en un complejo habitacional en las montañas. El complejo se llama “La Limonera” y al parecer el difunto presidente Chávez ordenó su construcción para familias de bajos recursos que quedaron sin techo debido a catástrofes naturales. A mitad de camino, se sube al autobús un hombre de aspecto atlético y cabello largo. Me aborda llamándome “camarada” y me explica con voz pretenciosa que dentro de poco me encontraré con personas que nunca habían estado en contacto con la cultura. Ahora el socialismo les lleva cultura. Pareciera que estuviese hablando de animales a quienes juntos pudiéramos civilizar. Profundamente conmovido me dice luego que ama a Chávez. Le digo: “Pero parece que no a todo el mundo le pasa lo mismo”. Se molesta y dice fervorosamente: “NOSOTROS lo amamos. NOSOTROS lo amamos.” A más tardar en este momento me doy cuenta que la situación en este país es totalmente diferente a todo lo que he conocido hasta ahora.

Las casas del complejo tienen dos años de construidas. Utilizo el diminuto baño de una de las familias que viven allí, porque se pensó en llevarles cultura a estas personas, pero no en poner un baño a disposición de los autores. La puerta del baño tiene ya un enorme agujero. Y la cerradura de la puerta también está dañada, cosa que compruebo unos momentos después: no puedo abrirla. La amable familia necesita largos minutos y la ayuda de herramientas para poder liberarme. Me siento incómoda y desconcertada. No necesito lujo, pero un Estado que ni siquiera puede fabricar puertas y cerraduras que funcionen me parece débil.

El recital de poesía y la apertura de la actividad se retrasan por la misma razón que la inauguración se retrasó: un político socialista, que estaba en el programa, nos hace esperar para terminar no apareciendo.

Hace frío aquí en las montañas. Nadie nos avisó con antelación y ahora morimos de frío. Entretanto ya se hizo de noche. Nadie nos ofrece algo de comer. Tenemos hambre. También tenemos sed, pero nadie nos ofrece algo de beber. De pronto ya no puedo más y colapso. Necesito recostarme.

El recital comienza tarde, pero comienza. Sin mí, pero los escucho. El director de la Casa de las Letras, presente en el evento, entona himnos de alabanza a Chávez. El numeroso público está entusiasmado. Se escuchan los primeros gritos de “Chávez”. Los poetas venezolanos invitados recitan poemas de alabanza a Chávez. Estoy recostada en el asiento de atrás del autobús que nos trajo aquí. Poco antes de mi turno, me obligo a salir del autobús y a subir al pequeño escenario al aire libre. Un pequeñín tambalea al micrófono y dice que Chávez una vez lo abrazó y que lo ama. La multitud está emocionada. Estoy segura que en cualquier momento en Venezuela Chávez será declarado santo y se convertirá en religión. Tengo la sensación de que nadie me creerá esto en Alemania. Pero en Alemania nadie tiene idea de lo que está pasando aquí.

Ya se hizo de noche. Durante el viaje de regreso al centro de la ciudad, que dura una hora, el socialista de cabello largo que ya había conocido camino a la lectura, reparte clementemente pequeños pedazos de pizza fría y vieja, como si estuviese repartiendo la Sagrada Cena. Siento ganas de reír, pero no puedo. Estoy hambrienta y sobre todo muerta del cansancio.

Miércoles por la tarde. Vamos en taxi a una escuela, en la que daré mi segundo taller. Somos mi intérprete, yo y una mujer hasta ahora desconocida que nos acompaña. Dice trabajar en la Casa de las Letras y tiene un aspecto pedantemente fiel a la línea, tal como me imagino a una funcionaria del Ministerio para la Seguridad del Estado (de la República Democrática Alemana). Me siento incómoda, en el sistema incorrecto y no tengo ganas de conversar. Prefiero ver por la ventana. Al borde de la calle veo repetidamente colas de personas. Que los venezolanos deben hacer cola para comprar papel higiénico, jabón y mantequilla es algo que ya escuché. Que tienen que hacer cola para poder tener un puesto en un autobús era algo que no sabía. Siento compasión, pero al mismo tiempo recuerdo a una venezolana que me dijo que la gente aquí se toma los inconvenientes con humor.

La escuela queda al borde de un barrio. El taxista tiene miedo de atravesarlo. Pasa una hora mientras conseguimos un camino más seguro a nuestro destino. Llegamos demasiado tarde.

Un profesor muy entusiasmado de unos cincuenta años aproximadamente nos espera en la calle. Nos grita permanentemente camino a la escuela como si fuéramos sordos. Entramos a las instalaciones. A causa de su construcción abierta y techos altos, el ambiente es insoportablemente ruidoso. Todo retumba. El profesor tiene que gritar para presentarnos a los estudiantes. La funcionaria socialista que nos acompaña tiene que gritar para alabar al gobierno. Tengo que gritar al recitar mis poemas e intentar conversar con aproximadamente ochenta chicos de trece años.  Es complicado, pero de alguna forma lo logro. Al finalizar el taller, el profesor me acerca una bandeja con pasapalos que los alumnos han preparado para nosotros. Estoy conmovida. Los alumnos son cordiales, quieren autógrafos y tomar fotos de recuerdo con sus teléfonos celulares. Al finalizar, el profesor me entrega solemnemente un montón de hojas metidas en una carpeta pegajosa. “Mis poemas”, me dice. “Puedes publicarlos en Alemania”. Siento que me exige demasiado, al fin y al cabo ni siquiera hablo español.

Otros eventos. Regresamos al hotel y poco después tenemos que seguir a la próxima lectura. Tiene lugar en el patio del Ministerio del Poder Popular para la Educación. Este evento no estaba en el programa del festival que me habían enviado.

Junto a tres autores internacionales hay diez autores venezolanos invitados que alaban a Chávez fervorosamente. El público está entusiasmado. Abandono la tarima antes de tiempo porque simplemente no puedo soportar la propaganda permanente. Me prometo nunca más viajar a una dictadura. Más tarde escucho a una cantante cantar con total entrega una canción de amor para Chávez.

Después de la actividad una mujer del público se acerca a mí. “Obama loco”, dice. Y luego dice: “Merkel loca”. A pesar de que no hablo español, conozco la palabra “loco” y sé lo que significa. La mujer espera que yo por lo menos asienta con la cabeza, expresando que estoy de acuerdo. Cuando en vez de eso digo “No”, me asusto porque siento que me va a atacar físicamente.

Jueves, viernes y sábado se llevan a cabo más recitales. Siempre están invitados, junto a nosotros, los autores internacionales, numerosos autores venezolanos que entonan cantos de alabanza a Chávez y llaman a la lucha de clases. ¿Será que es un intento de impedir que la gente siga dudando del resultado de las elecciones ganadas por el hijo de crianza de Chávez, Nicolás Maduro? ¿O de unirse a la oposición?

Cuando es mi turno en un teatro grande, ante un público bastante numeroso, después de dos horas de “poesía-propaganda”, digo: “Cuando nos amamos, no necesitamos ninguna lucha política”. Más o menos la mitad del público aplaude prudentemente. Los demás hacen un absoluto silencio. Un hombre se enfurece. Mi frase fue decente. Sin embargo, la siento casi peligrosa.

El Gobierno de Chávez comenzó a ofrecer en Caracas un festival gratuito (“la ruta nocturna de los museos”) los fines de semana. Tiene el objetivo de hacer posible a los jóvenes de los barrios el contacto con la cultura, sin costo alguno. Son precisamente este tipo de acciones las que en medio de todo reducen mi incomodidad, me hacen poner en tela de juicio mi creciente rechazo por este Estado. A mí estos festivales me parecen algo bueno. Incluso estoy contenta de presentarme allí.

Por la tarde tengo una entrevista con la televisora cultural más grande del país. Me dicen que debo decir frente a las cámaras lo que significa Chávez para mí. Me rehúso y le explico al empleado de la televisora que la poesía es independiente. Me ven con sorpresa. Una vez más tengo la sensación de estar en un mundo distinto al que conozco.

Aproximadamente tres mil personas, bien dispuestas, asisten en la noche. Están contentos de escuchar, después de la presentación de un grupo musical, poemas en alemán y su traducción. Estoy sorprendida de la increíble recepción que tengo —sin necesidad de exclamar ante el público “Chávez”, “Comandante” o “Presidente”. Los poetas de Francia y Palestina mantienen otra posición: el poeta slam francés es evidentemente fanático de Chávez, la poeta rapera palestina está feliz de que Chávez en algún momento tuvo una posición crítica con respecto a Israel. En general he comprobado que algunos de los autores internacionales sienten entusiasmo o al menos simpatía por Chávez, mientras que otros aún no se han ocupado de informarse sobre la situación política del país.

Como ya antes de emprender este viaje, me gustaría saber si hubo autores que rechazaron la invitación porque no quisieron viajar a este sistema.

Domingo al mediodía. Mi partida se aproxima. La despedida de algunos de los jóvenes colaboradores, quienes nos atendieron en la oficina del festival en el hotel, es cordial, casi familiar. Muchos de ellos fueron francos, comprometidos y bastante encantadores. Me siento irritada una vez más. ¿Es posible que gente tan simpática apoye a una dictadura y que eventualmente la ayude a construir? Ninguno de ellos quiso hablar sobre Chávez sin que yo se lo pidiera. Mi “colaborador favorito”, un verdadero sol, me pide que le recomiende más poetas slam: quiere invitarlos a Venezuela el año que viene, para organizar más talleres y eventos literarios para que la poesía slam sea conocida en el país.

Recuerdo al director de la biblioteca del Instituto Goethe, quien me dijo durante nuestro encuentro el martes, ya en confianza: “Ya escuchaste autores críticos. Pero ve también el otro lado; ellos te invitaron y están muy interesados en el tema de la poesía slam“.

Nos dirigimos en autobús hacia el aeropuerto. Como siempre cuando recorro Caracas, me llaman la atención las innumerables paredes de edificios que tienen grafitis e imágenes que alaban fuertemente a Chávez y a Maduro. La simbología recuerda a la de Corea del Norte, la antigua República Democrática Alemana, la Unión Soviética: los mandatarios se presentan desde una perspectiva que los hace tener un efecto abrumador. Hay que levantar la vista hacia ellos. Estoy feliz de no tener que verlas más. La propaganda es tediosa, parcializada, me altera.

Maduro, quien se aferra al poder, también tiene fama de tedioso. “Ni siquiera le gusta a mi abuela”, me comentó una venezolana. “Y ella fue una verdadera chavista”. Pero en las paredes de los edificios dice: “Chávez dijo que eligieran a Maduro”. Así que. Bueno.

La clase media se desangra bajo la situación política actual, me comentaron convincentemente: trabaja más de lo que es bueno para la salud y de todas maneras el dinero no le alcanza para vivir. Pero la clase baja es inmensa. Y por supuesto prefiere vivir, en vez de en la calle, en uno de los nuevos rascacielos sin ascensor construidos baratamente por el Gobierno. Y si los choferes de metro son presidentes y señoras que limpian influyen de forma decisiva en círculos literarios —y lo pueden hacer en la Venezuela actual, según me informaron de forma muy convincente— estamos frente a una especie de “Sueño Americano” que evidentemente motiva a muchas personas. Irónicamente. Porque se odia a los Estados Unidos.

Tal vez las limosnas y las acciones por los pobres sólo son una forma de tapar el hecho de que el Estado es profundamente corrupto. Esa opinión la escuché muchas veces de venezolanos. No puedo juzgar eso tras apenas unos pocos días en el país.

La joven colaboradora del festival que a mi llegada cambió tan desfavorablemente mi dinero me abraza fuertemente al despedirnos en el aeropuerto y me dice que tenemos que mantenernos en contacto, pase lo que pase. Estoy asombrada. ¿Será que tiene mala conciencia? ¿O tal vez no tiene consciencia de qué es justo y qué no? No lo sé. Más tarde alguien dirá: “Ni lo uno ni lo otro. Está echada a perder. El sistema político la ha deformado tanto que se acostumbró a ser falsa”.

Nosotros los autores no esperamos tanto como los demás viajeros. Pero igual al salir por el aeropuerto tenemos que esperar. Sólo en la cola del control de pasaporte pasamos una hora y media. Cansa. Altera. Otra media hora había pasado cuando revisaron nuestras maletas.

En general: equipaje: Todos tenemos más de lo que teníamos al entrar al país. Nuestros honorarios nos los dieron en efectivo, en moneda local. A causa de las diversas tasas de cambio existentes en el país no se puede cambiar ese dinero en ningún otro país del mundo. Así que no nos quedó otra sino gastar todo el dinero. Por supuesto fue divertido. Pero hubiésemos preferido utilizarlo para pagar nuestro alquiler.

De regreso en casa sigo preguntándome si verdaderamente acabo de visitar una dictadura. La omnipresente propaganda en Caracas me molestó inmensamente. Así como el hecho de que la política dominó de forma casi absoluta al festival, intentando vender propaganda como arte y así degradar al arte al nivel de propaganda. Pero, ¿eso es suficiente para decir que se trata de una dictadura?

Un oriundo, a quien le pregunté si en Venezuela existía una dictadura, gimió: “Ni nosotros mismos lo sabemos”.

Un autor de Haití con quien conversé opinó: “No puedes aplicar a una democracia latinoamericana la misma escala que a una europea” —¿Y por qué no?

La autora crítica al gobierno que conocí en el almuerzo organizado por el Instituto Goethe dijo: “Venezuela es una dictadura del siglo XXI, se oculta detrás de una máscara de democracia”.

No soy inexperta en el tema de entender sistemas políticos. Pero éste no lo entiendo. La sensación de confusión no quiere disiparse. Mientras más intento entenderlo, más tengo la sensación de que en mi cabeza hay un insecto gigante, que no quiere salir. Tal vez su nombre sea, de hecho, “dictadura”.

Autora: Xúchil A. Schütz, poetisa alemana nacida en 1975, escritora, poeta-performadora, politóloga y editora.

Los Audios de los Otros. Micrófonos ocultos del Chavismo.

¿Poner micrófonos ocultos en las casas de los dirigentes políticos, diputados, sindicalistas, alcaldes y gobernadores? ¿Tan bajo ha caído el Chavismo? La respuesta es sí. Y con el caso reciente de la diputada de la MUD, María Corina Machado, donde flagrantemente, según lo denunciado por ella misma, algún ente próximo o por lo menos mercenario al alto oficialismo ha recogido mediante algún sofisticado equipamiento tecnológico una conversación de la diputada con el reconocido historiador Germán Carrera Damas, así lo ha demostrado.

Según palabras de Machado, esta conversación habría durado más de dos horas y se habría realizado dentro de la biblioteca del despacho personal del domicilio del historiador, por lo cual lo presentado por los patanes indecentes de Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas y Ernesto Villegas, ministro de incomunicación, desinformación y propaganda del régimen, no serían más que extractos copiados, pegados, ultrajados y tergiversados de las palabras que Machado habría tenido con Carrera en privado.

Sin embargo, lo más grave no es esto. Supongamos que sí, que la cosa fue como los adinerados burgueses de Rodríguez y Villegas lo habrían propuesto. Que una diputada a la Asamblea Nacional haya comentado con un profesor (según Machado, Carrera Damas habría sido profesor suyo) en privado, en uno de los aposentos de los implicados que no estaba de acuerdo en la manera como Ramón G. Aveledo, secretario general de la opositora MUD estaba conduciendo las riendas en el aspecto internacional del conflicto venezolano, no consiste de ninguna manera ni en un crimen ni en una razón para haber sido profanada de esa manera.

Yo no lo digo porque guarde algún tipo de empatía con esta diputada, la cual hasta hace muy poco reconozco que me resultaba intragable. El auténtico problema aquí radica, sin duda, en el hecho, de que algún agente (¿cubano?) haya podido penetrar en el domicilio de Carrera Damas, y como en las mejores películas hollywoodenses microfonear el recinto, escuchar la conversación, cortar y recortar lo que mejor les pareciera y luego exponerlo al mundo así sin más.

¡Cómo si conversar en privado en tu casa y comentar los desacuerdos que se tengan con la gestión de sus líderes en X ó Y renglón fuera un delito! Lo que sí que constituye un delito en cualquier sociedad del siglo XXI, es violentar el hogar de un profesor universitario, debido a que previamente los esbirros del PSUV habrían tenido algún “tubazo” de que se reuniría allí con María Machado. Delito tendría que ser publicar sin el consentimiento explícito de la diputada y además realizando un conveniente corta-pega de la conversación privada que se tuvo. Recuerdo hace muy poco, el caso de las escuchas ilegales en los tabloides británicos “The Sun” y “News of the World” del magnate australiano Rupert Murdoch, donde todos los principales culpables fueron llevados ante la justicia inglesa, cuando mínimo a testificar y a pedir perdón por tan baja estrategia.

Es sumamente preocupante entonces los extremos a los que son capaces de llegar las bestias salvajes del chavismo por conservar su cómoda cuota de poder, el cual en este preciso momento no pudieran ostentar estando en un país donde la justicia y el organismo electoral no hubieran sido secuestrados. Al enterarme de esta noticia, enseguida vino a mi mente la película alemana “La Vida de los Otros” de Florian Henckel von Donnersmarck (2006), donde se puede apreciar todo el control ejercido por la Stasi, policía política del régimen totalitario de la Alemania Oriental comunista y la asfixiante vigilancia ejercida sobre los círculos intelectuales de la época mediante escuchas ilegales en sus domicilios.

Los venezolanos que aún no hayan visto esta película se las recomiendo encarecidamente, ya que no me cabe la menor duda, de que el gobierno chavista, asesorado por las altas esferas de las inteligencias cubanas e iraníes, tienen planificadas muchísimas otras nuevas escuchas a todo tipo de activistas y dirigentes de oposición. La amenaza del “1984” de George Orwell, pero al estilo “mamarracho chavista”, sigue cerniéndose sobre nosotros. Esto no hará sino complicar el ya dificilísimo trabajo de la oposición democrática que ahora incluso deberá dudar hasta de las paredes donde se reúna, gracias a las bajezas mentales y morales de los Hermanos Castro, de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Elías Jaua y demás escorias humanas inescrupulosas y embriagadas de poder autocrático.

Y es que como la propia diputada Machado dice, que alguien no pueda estar tranquilamente en su cocina, en su cuarto de baño, en su habitación hablando con un amigo de política, de los males que aquejan a nuestra viciada sociedad venezolana, sin tener la paranoia persecutoria de que el Gran Hermano Hugo Chávez, desde el noveno anillo del Infierno los vigila, es mucho más que preocupante.

Sólo espero como venezolano, que la juventud nacional y todo aquel que quiera o estime remotamente a su país, emule lo que gallardamente han hecho recientemente turcos y brasileños: salir a la calle a romper. Que ya no nos queda otra contra un régimen tiránico.

«De Javier Montes de Oca»

Los Audios de los Otros, micrófonos ocultos del chavismo

Tal como lo plasmó en esta película alemana de Florian Henckel, el Chavismo ha comenzado a espiar las conversas privadas de opositores comprometidos.

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El escritor británico Orwell en 1948, escribiría uno de mis libros de cabecera: 1984, basado en la demencia colectiva que puede resultar de un régimen totalitario.

Paseos por Javier Montes de Oca

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Sólo me restaba el olfato para guiarme por aquellos pútridos lugares, evitando el tufo a sudor y a alcohol que reinaba en aquellos festivos agujeros.

Se desliza mi sombra por un recoveco ansioso de la bulliciosa ciudad. Es sábado por la noche y los grupos que van como noctámbulos están de farra. Tantos seres que se mueven como por inercia, perdidos, el alcohol y quien sabe que otras sustancias circulando con desmesura por sus torrentes.

Los observo, tan ausente, tan ido. Se divierten, o al menos, eso aparentan. El clima benévolo lo favorece y los grados de alcohol también. Yo entretanto ya me he escurrido por callejuelas, y las suelas de mis zapatos viejos han pisado, sin querer, el orine. Laberíntico barrio que debo de atravesar, sin saber ni por qué. Alguien me lo ordena y yo no le quiero obedecer, pero igual continúo. Vecinos que entran a sus humildes casas. Parejitas que van queriéndose, quizás sólo por esa noche. Europeas del norte desatadas, aprovechando las que quizás sean sus únicas vacaciones del año, perdiendo cualquier tapujo que ocasionalmente pudieran tener en sus nórdicas latitudes. Es más lo que reflexiono y analizo que lo que observo. Me limito a otear a los transeúntes con el rabillo de un ojo aprensivo y luego, sólo luego, comienzo a armar conjeturas en mi interior.

Pese a ello, mi paso firme no se amilana, bordea los umbrales de los edificios, plazas y callejuelas rumbo al lugar intangible que siempre quise. El alma no se lo plantea dos veces antes de desbordarse, de verter su cálido contenido hacia el frío exterior. Eructa como un cúmulo de energía repleta y llena esas calles centenarias del centro con sus colores, sus matices, sus irradiaciones. Creo que estoy a punto, poco a poco se me nubla la vista y ya no reconozco más los rostros multiétnicos que se me cruzan.

A pesar de que sé que estoy desfalleciendo, un gozo me va brotando de los poros, formando una película invisible a los demás, pero que corroboro con toda seguridad que allí está, pegajosa a mi vieja piel. ¿Será que soy ahora como una serpiente que muta su pellejo en pleno arrabal por una magnífica nueva piel iridiscente? Esto es surreal, recuerdo haber pensado.

Ya no me quedaba más por hacer, pero por un instinto animal, saqué una pequeña botellita de agua de mi bolsillo y me la llevé a mis labios febriles, agrietados. Bebí de ella, esperando quizás recomponerme hasta llegar a un sitio más digno. Nada. Ya estaba casi ciego y sordo. Sólo me restaba el olfato para guiarme por aquellos pútridos lugares, evitando el tufo a sudor y a alcohol que reinaba en aquellos festivos agujeros. Justo cuando pensé que me recuperaba de alguna manera, el alivio llegó efectivamente, pero en forma de vahído fulminante, definitivo. Sentí como mi cuerpo pesado golpeaba sin dolor el pavimento y cientos de colores emanaban de mi cuerpo entremezclándose en el éter reconstruyendo mi silueta justo encima de lo que segundos atrás, había sido yo.

Ya con tantos colores y a la vez tan invisibles, elevándome unos cuantos metros, observé a aquellos transeúntes fiesteros deteniendo su juerga para ensayar una perfectamente inútil reanimación de mi ahora cascarón inerte en aquel barrio infecto. Yo, aliviado, reí hasta el cansancio, a sabiendas de que nada de lo que hicieran podría devolverme a ese injusto e incomprensible mundo de mierda.

«De Javier Montes de Oca»

Dos rastafaris entre toneladas de poliuretano por Javier Montes de Oca

Relato-Rastas-Fallas-Valencia

Ambos músicos africanos rastafaris, se encontraban por primera vez en la ciudad de Valencia para un concierto de reggae en el marco de las espectaculares fiestas levantinas, que se celebran año tras año, en el tercer mes.

La artista plástica francesa especializada en videos y en todo lo audiovisual, Pauline Bastard se dedica a recoger con una bolsa todos los objetos particulares que consigue por la calle. Suele pillar entre 6 y 10 objetos que le den mucha rabia. Luego, como la redacción no es su fuerte, confiesa, coloca un anuncio buscando un redactor que le arme un relato de ficción, utilizando sí o sí, los objetos que Pauline ha recogido en su camino. De esta manera, fue como la conocí y cómo enviándome una foto con todos los objetos juntos que ella había decidido sacar de las calles, me pidió que le armara un relato interesante. Me ha dicho, que a continuación efectuará algún tipo de performance con él, en alguna de sus dos galerías, ubicadas en Zurich y Paris. Primero que nada, quiero dejarles la URL de su página web: http://www.paulinebastard.com/ …luego, miren qué fue lo que me salió con sus objetos:

– ¡Hey rasta, mira que grande está esa! – dijo Gebre, meneando sus gruesos dreadlocks al viento. ¡Debe de medir por lo menos siete metros de alto! – mientras señalaba con sus nudosos dedos la enorme Falla valenciana que mostraba unos ninots más eróticos que de costumbre.

– Yes I, rasta, ésta sí que es la más alta que hayamos visto – respondió Gerum, más delgado que su coterráneo etíope.

Ambos músicos africanos rastafaris, se encontraban por primera vez en la ciudad de Valencia para un concierto de reggae en el marco de las espectaculares fiestas levantinas, que se celebran año tras año, en el tercer mes.

Gebre iba vestido con un traje de algodón de manga larga y pantalón de pana ancho, con los colores de la bandera de su país y una cinta tejida que enmarcaba las trenzas gruesas como raíces de un árbol tropical. Era fornido y había aprendido a tocar todo tipo de percusión desde muy pequeño en su rudimentario pueblo. Reuniendo todo el dinero que tenía y con ayuda de su familia, había logrado embarcarse para Londres, donde consiguió que un viejo jamaiquino le diera clases formales de percusión caribeña. Unos años después, había conocido en un restaurant keniata a Gerum, más joven que él y que tocaba el bajo como un salvaje. Habían empezado a ensayar y el dueto rítmico se les daba muy bien. Finalmente, acudieron en el barrio de Brixton al concierto de “The Mystics” y enamorándose del sonido típicamente roots de la agrupación, decidieron probar suerte acudiendo a sus ensayos. “The Mystics” no tardarían mucho en enrolar nuevo bajista y nuevo percusionista.

Como la presentación sería esa misma noche, tenían todo el día para recorrer la mayor cantidad de esas enormes esculturas de poliestireno expandido, poliuretano y cartón piedra que los Casals Fallers “plantan” en cada calle de la ciudad durante unos 5 días aproximadamente y que son verdaderas representaciones artísticas y satíricas del quehacer diario y político del valenciano y del español en general.

Con la primavera recién entrando, el clima festivo de la ciudad desbordaba pletórico y radiante, por lo que el bajista y el percusionista de “The Mystics” estaban alegres mientras fumaban su hierba sagrada. Mientras Gebre intentaba ligar con las chicas valencianas y con las turistas utilizando su típica pose de conquista, Gerum, en pantalones cortos y sandalias de cuero, creyente rastafariano, divisó a los pies de una de las Fallas en el carrer de Na Jordana, un papelito con la imagen de una gota de agua cayendo en un charquillo, la cual recogió del suelo y mirándola fijamente se dio cuenta que no era más que un ticket para una sangría en el bar de “La Claca”, que aprovechaba el “boom fallero” para promocionar sus estupendos y refrescantes cócteles. Cómo ya estaba empezando a hacer una pizca de calor, lo guardó en una mochila tricolor que llevaba a la espalda para pasar por allí más tarde.

Después de tanto caminar, les atacó el hambre vorazmente y decidieron entrar a un pequeño restaurant, que sin embargo, estaba repleto de viajeros y de falleros con sus trajes típicos. Gerum y Gebre, se pidieron unos arroces a la marinera que les parecieron tan estupendos que hasta dudaron de si no sería mejor quedarse a vivir en Valencia. De hecho, de lo delicioso que estaba, a Gebre que nunca ha sabido medir sus fuerzas (por algo es el percusionista del grupo) se le desprendió el mango de la olla en la que le habían servido el arroz.

–       ¡Oye rasta, mira lo que has hecho! – le espetó Gerum en su lengua amárica tradicional – ¡Te has cargado la olla!¡Espero que no quieran venir a cobrárnosla!

Con una risa nerviosa mostrando un diente de platino, el africano se avergonzó y la escondió tras la pata de la mesa. Después de pagar la cuenta y de dar gracias a Jah porque la camarera no se percató del estado en el que quedó la olla, los chicos salieron y mientras liaban un cigarro con su cogollo favorito, Gerum tropezó con una planta artificial, arrancándole sin querer una de sus hojas que cayó como un plátano maduro al suelo. Para disimular el incidente, el chico la pateó suavemente detrás de la maceta, escondiéndola de las miradas indiscretas.

Apurando el paso, porque ya eran más de las 3 de la tarde y les faltaban muchas Fallas por ver, llegaron a la de Convento de Jerusalén y mientras se ajustaban sus oscuras gafas de sol, Gebre recibió un extraño impacto en su cabeza. Dándose media vuelta y masajeándose el adolorido cuero cabelludo se percató de que el proyectil había sido nada más y nada menos que un pincel de maquillaje que probablemente alguna niña malcriada le había arrojado con picaresca voluntad. Analizándolo bien, se percató de que el pincel era bastante antiguo, una reliquia sacada de un cofre de la abuela. Era de nácar (por eso el golpe seco) y las cerdas eran bastante rústicas. Además, ponía en pequeñísimas letras doradas “Hecho a mano en la Comunidad Valenciana), por lo que decidió guardarlo para su amada novia, Abeba.   – Qué bueno, ya tengo el regalo solucionado – pensó en voz alta Gebre. Por ende, procedió a guardarlo en su mochila con el parche de Haile Selassie I.

Sin darle mayor importancia de buscar a la presunta responsable del atentado, ya que al fin y al cabo, durante Las Fallas siempre se corre el riesgo de ser alcanzado por algún resto de Masclet que haya caído del cielo después de haber sido detonado, ambos chicos admiraron la delicadeza y la sutileza con la cual estos verdaderos artistas habían construido esta Falla en justificada crítica al gobierno del Partido Popular que preside Mariano Rajoy y a sus numerosos escándalos de corrupción en la Comunitat Valenciana.

Al cabo de un rato de relax, en el que los chicos se sentaron en un banquillo para estudiar el mapa de València y así observar, dónde se encontraban plantadas las Fallas que les faltaban por ver, les pasó por enfrente una adolescente de unos 14 años aproximadamente, completamente desconsolada y llorando. La chica tenía el traje típico de fallera con sus grandes moños circulares a los lados y a pesar de que se veía muy bien, estaba haciendo un espectáculo deplorable. Cuando una señora mayor se acercó a preguntarle qué le había pasado, resultó que no había podido maquillarse y por lo tanto la habían dejado por fuera del desfile para ofrendarle las flores a la Virgen de los Desamparados.

La señora que no tenía consigo un pincel de maquillaje, fue a preguntarle a todos los que estaban presentes en el lugar y al traducirle al francés a los rastas que era lo que acontecía, Gebre recordó que en su mochila había guardado el proyectil que había impactado su cabeza minutos antes. La señora, impresionada, le dio las gracias al chico de los dreadlocks y fue a arreglar a la adolescente valenciana que ya había recuperado un poco su semblante. Al rato, los músicos se levantaron y siguieron su camino, olvidando aquel fortuito pincel en las expertas manos de la anciana. Abeba tendría que conformarse con algún otro regalo.

Al deleitarse bebiendo una horchata de chufa, mientras intentaban dilucidar como incluir el maravilloso sonido de la dolçaina, esa pequeña flauta folklórica que acompaña a muchas de las tradiciones en el Mediterráneo español a su banda de reggae, un chiquillo rubio y muy blanco de unos 6 años de edad se le acercó voluntariosamente a Gerum. Admirando su cabellera enrevesada y quizás deleitado por su tricromía al vestir, le obsequió con un pequeño tornillo que quizás hubiera extraído de uno de sus juguetes. El fornido chico africano, oscuro como el ébano, le dio las gracias en francés al chicuelo y le acarició el cabello, todo bajo la hermosa sonrisa de su madre y depositó el regalo en su mochila.

Sin embargo, mientras ejecutaba esta acción, la pierna de uno de los ninots que representaba a la nunca bien ponderada Belén Esteban, se desprendió y cayó al suelo. Uno de los técnicos responsables de esta Falla, corrió con toda su fuerza, para que no pasara a mayores este incidente con la estructura del monumento. Gebre y Gerum que estaban allí mismo, corrieron igualmente a socorrer al pobre y delgaducho técnico.

–       ¡Es que me he dado cuenta que le falta un tornillo!¡Se le acaba de caer! – dijo en castellano lo más lento que pudo el chico a los africanos.

Por suerte, estaba en el sitio un turista belga que hablaba castellano y les pudo traducir lo que el técnico les decía a la lengua de Voltaire. De esta manera, fue como Gerum comprendió como un flash todo lo que había sucedido y logró dibujarle al pequeño niño en su mente unos cuernitos de diablo. A continuación, y sosteniendo entre los tres la Falla, el etíope abrió su mochila y le devolvió al técnico el tornillo faltante, jurándole que no había sido el culpable.

Solventado el incidente, pasaron a la siguiente Falla, aunque ya más pendientes de la hora, puesto que debían de regresar pronto al hotel para prepararse para el concierto, en los alrededores del céntrico Carrer de Sueca, y justo cuando quedaba extasiado con la belleza de una de las chicas presentes, Gebre reparó en un disfraz que tenía una chica, que estaba compuesto todo por una especie de ovillos negros de cuero envueltos como si fueran un croissant. Pensó que no estaban ni en carnavales ni en Halloween, que no había motivo alguno por el cual disfrazarse.

Sin embargo, había algo en ese disfraz que lo atraía y no lograba recordar qué sería. Enfocando aún más su mirada en la chica que no dejaba de contornearse con su extraño atuendo, Gebre logró asociarlo con un traje típico de algunas celebraciones de su etnia materna, los Nyangatom de Etiopía, el cual originariamente está fabricado con lana de carnero negro de la región. Al acercársele decididamente a la chica, resultó que era una irlandesa aún trasnochada por el día de Saint Patrick celebrado la víspera y que ese traje lo había realizado para su examen final de Diseño de Moda.

Gebre con un tanto de nostalgia de su tierra, eso que los portugueses llaman saudade, le explicó a la chica de Dublin, porqué su traje le resultaba tan querido, y ella, que aún seguía un poco embriagada, con lágrimas en los ojos se lo cedió, a lo que el africano dándole un gran abrazo y un caluroso beso, se lo colocó, quedándole eso sí, un tanto ceñido a su macizo cuerpo. Cuando Gerum, más europeizado por haber llegado a Londres desde chico, observó que su compañero de grupo se había convertido en un carnero negro rasta, no pudo menos que desternillarse de risa y hasta derramó la cerveza que había recién comprado. La dublinesa, por su parte, bajó a pasar la resaca bajo un naranjal en el Parque del Túria.

La Falla de Sueca, este año, representaba un gigantesco avión, que estaba abordado precisamente por todos los políticos envueltos en escándalos de corrupción, así como por otros artistas de televisión y de la farándula rosa.

– Mira Gebre, a esta gente corrupta de Babylon, los valencianos le dieron Fyah Burnin’- recalcó riendo el esbelto Gerum. A lo que su compatriota asintió, encendiendo un joint de su hierba tradicional. Casual o intencionadamente, había un chico en un piso justo encima de la Falla, arrojando innumerables aviones de papel al público. Algunos, rebotaban sobre el monumento de poliuretano y luego iban a caer a los pies de los asistentes dibujando una espiral imposible. A Gebre le cayó uno sobre sus llamativos calzados y lo recogió, casi sin mirarlo, metiéndolo a la mochila. – Otro recuerdo más, rasta – expresó con languidez.

Hacia las seis de la tarde, extenuados ya, decidieron ir al hotel para prepararse para su presentación. Pero en el camino al hotel vieron a unos artistas plásticos en la calle que estaban realizando una especie de imitación popular de una Falla, con material reciclable. Los chicos tenían puesto un reproductor con música reggae por lo que evidentemente los africanos se acercaron a invitarlos a la presentación de la noche. Su sorpresa fue grande al percatarse de que justamente este monumento era alusivo a una banda de reggae, por lo que los chicos no vieron impedimento en quedarse un rato dándoles una mano a los artistas. Pero entre que Gerum intentaba ligar con varias de las mujeres del colectivo de artistas y que cervezas iban y porros venían, se les pasó la hora y por poco pierden el concierto. De hecho, perdieron la prueba de sonido y tan sólo llegaron un par de minutos antes del comienzo del toque. Por supuesto, el resto de la banda los sermoneó con vehemencia. Gebre y Gerum, no tuvieron más que escuchar con humildad y estoicismo el regaño y pedir perdón numerosamente, mientras saboreaban una bebida a base de taurina y cafeína, para recuperar el aliento.

Ya por la noche y en el repleto club de reggae y música caribeña de la ciudad levantina llamado “Juanita”, amenizado por el vaivén de la cerveza y del kalimotxo, los chicos del “The Mystics” se subieron a la tarima para tocar su easy skanking, sin embargo, debido a todas las sustancias que había consumido en el día, Gebre trastabilló con el cordón de su zapato negro, y fue a dar al suelo tumbando varios instrumentos y micrófonos. Siendo ayudado por los técnicos de sonido del escenario, fue levantado del suelo y verificando que no se hubiera hecho ningún daño, corrió directo a sus djembés y a sus bongos, para ir calentando al público. El resto de la banda, conformada por brillantes músicos senegaleses, marfileños y cameruneses se incorporaron y desataron la furia con sus relajantes vibraciones místicas y pronto llenaron el local hasta abarrotar.

A partir de esa particular jornada, “The Mystics” jamás dejó de asistir año tras año a Las Fallas valencianas y se convirtió en parada obligatoria de esta joven agrupación africana de reggae. Gebre y Gerum, por su parte, debido al éxito y al recuerdo conservaron en una cajita verde, amarilla y roja, varios de los raros objetos que habían recopilado en ese extraño viaje, para posteriormente regalárselos a una agraciada chica francesa que conocerían en un concierto en Rennes, años más tarde.

Javier Montes de Oca Rodríguez

El tercer festival de Barcelona es para mí, el primero.

Cruilla-Festival_2013Al fin conseguí mi festival musical idóneo para mi estilo de vida, para mis gustos musicales, para mis referencias de vida y mis concepciones artísticas, filosóficas y hasta ideológicas en mi ciudad adoptiva de Barcelona.

La gran mayoría de jóvenes que viven en la ciudad condal o en sus alrededores, o inclusive en el resto del estado español, al asociar Barcelona con festival, piensan inmediatamente en los dos más grandes que sin duda, siguen siendo el San Miguel Primavera Sound, próximo a realizarse y que contará este año con la increíble presencia de Blur y que suele explorar más bandas de la movida Indie o hipster, bandas más noveles, con un sonido más moderno y urbano y sobretodo basado fuertemente en la movida de las islas británicas.

Por otro lado, encontramos también al Festival Internacional de Música Avanzada y New Media Art Sónar de Barcelona, el cual está igualmente consagradísimo con sus veinte ediciones a cuestas, y que también está muy próximo a realizarse. Este año contará con la presencia de Pet Shop Boys, Kraftwerk, Justice, Skrillex,

Buraka-somsistema

Buraka Som Sistema / Portugal.

 

catpower

Chan «Catpower» Marshall / USA.

 

ferminmuguruza

Fermín Muguruza / Euskadi.

 

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Goran Bregovic / Bosnia & Herzegovina.

 

morcheeba

Morcheeba / U.K.

 

suede

Suede / U.K.

 

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Tiken Jah Fakoly / Côte d’Ivoire.

 

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Toots & The Maytals / Jamaica.

 

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Wyclef Jean / Haití.

 

 

Rokia-Traoré

Rokia Traoré / Mali.

 

 

 

 

 

 

 

entre otros grandes artistas de la movida electrónica y digital. Si bien, éste segundo me atrae muchísimo más que el primero, también reconozco que se aleja en mayor medida de mis atracciones y motivaciones musicales de toda la vida.

Como tercera opción y ya después de estos dos grandes festivales primaverales, tenemos el festival que se ha ido consolidando con sus cinco ediciones previas y para este año 2013 promete consagrarse como el festival per se del verano barcelonés. Me refiero al Festival Cruïlla Barcelona, que este año cuenta con el poderoso patrocinio de la más posicionadas de las cervezas catalanas: la Estrella Damm (es un hecho, no me pagaron por afirmarlo).

Esto, como bien lo dicen sus propios organizadores ha contribuido a abaratar los precios de las entradas, para que “nadie se quede sin festival de verano”. Aunque reconozco que en los años anteriores el cartel ha estado mucho más potente y atractivo para mis gustos musicales, contando en la edición anterior con la poderosa presencia de Gogol Bordello, Iggy Pop, Amadou & Mariam, Nneka, Gustavo Cordera de la Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas, The Specials, Cypress Hill, Linton Kwesi Johnson, Dub Inc., Nortec Collective, entre otros y la edición del 2011 con las brillantes actuaciones de Jack Johnson, Fat Freddy’s Drop, Madness, Calle 13, Lee “Scratch” Perry & Max Romeo, Alborosie, Obrint Pas, entre otros, lo que se viene para el 2013, tampoco es ninguna trivialidad.

Chan Marshall, también conocida como Catpower, melódica y depresiva cantante y compositora norteamericana, la reconocida y aventajada banda brit pop de los ’90 Suede presentando su nuevo álbum “Bloodsports”, el rapero y activista haitiano Wyclef Jean, antiguo miembro junto a Lauryn Hill de The Fugees, quien se ha hecho respetar por sus numerosas colaboraciones con músicos reconocidos como Celia Cruz, Shakira, entre otros, serán algunos de los platos fuertes del primer día del festival, el viernes 5 de julio. Los legendarios Toots & The Maytals, con sus cincuenta años a cuestas de incansable reggae y ska jamaiquino, la batidora de ritmos frenéticos luso-angoleña de Buraka Som Sistema, directo de los barrios mestizos de Lisboa y la electrónica pop y funk de los escandinavos de Whomadewho complementa mis predilecciones en esta ecléctica mezcla auditiva que tanto pone el sello en el Festival Cruïlla de Barcelona.

Para el sábado 6 de julio, el espacioso recinto del Fòrum contará con el cartel sincrético conformado por el trío británico liderado por la exquisita vocalista Skye Edwards, Morcheeba, el activismo hecho reggae del portentoso cantante marfileño Tiken Jah Fakoly (un ídolo personal de este servidor por quien he esperado muchos años para ver su magnífica puesta en escena africanista), la participación anfitriona del vasco y siempre políticamente incorrecto Fermín Muguruza celebrando sus 30 años de carrera comprometida con su ideología política y su lengua, el torbellino balcánico Goran Bregovic y su Wedding & Funeral Orchestra que vendrá a hacer bailar a media ciudad con sus composiciones gitanas, muchas de ellas, célebres por las películas de Kusturica, Rokia Traoré una de las voces femeninas más hermosas y desgarradoras del continente negro presentando su nuevo álbum “Beautiful Africa” y cerrando el cartel, el magnífico joven de New Orleans, un auténtico as del trombón y de la mezcla del jazz más purista con el hip-hop más urbano, Trombon Shorty & Orleans Avenue.

Todo este maravilloso cartel internacional se complementa con otras actuaciones, que seguramente no presenciaré, porque con tantos artistas y tres tarimas simultáneas, no alcanzaré a hacerlo, pero decir que Snoop Dog, James Morrison, Rufus Wainwright, Billy Bragg, el puertorriqueño Tego Calderón y muchas más bandas de la escena rock, pop y mestiza catalana, actuarán ese primer fin de semana de julio, no es poca cosa y sólo viene a incrementar el prestigio y el alcance que el Festival Cruïlla se ha venido labrando en el escenario musical europeo.

Bueno, falta poco menos de dos meses para deleitarme con este grandioso festival y ya escucho a diario a los grandes músicos que se darán cita en el mismo. Decirles que los abonos para el mismo están actualmente muy bien de precio, pero luego los irán incrementando. Por esta razón y con el cartel más que cerrado para la edición 2013, recomiendo adquirirlas ahora mismo. Luego, no digan que no se los dije. ¡A rockanrolear!

Todo el Arte Glitch de Maggy Almao

Según nos lo definen en el blog especializado en tecnología, videojuegos e informática «17 Pulgadas» (http://www.17pulgadas.com/2011/04/05/glitch-el-error-como-arte-en-el-medio-digital/), el «Glitch» no es más que «un error o comportamiento inesperado en algún tipo de medio o contenido digital, ya sea software o hardware que por su naturaleza no afecta al funcionamiento normal de tal, y por lo tanto no se puede considerar bug. De esta manera, un glitch llega incluso a ser un acontecimiento anecdótico no intrusivo que se podría catalogar incluso de «característica adicional no esperada» como se hace referencia en la Wikipedia. Se ha creado una corriente paralela gracias a los glitch en el mundo de los videojuegos, en el que se explotan, graban y aprovechan para beneficio propio o por diversión este tipo de características «extra», pero en el caso que nos ocupa la cosa trasciende de ser una cosa anecdótica a ser el medio de la expresión artística más conceptual, el arte glitch.

Entonces, ¿qué vendría a ser el Arte Glitch? Según esta misma entrada del mencionado blog, el arte glitch «no se limita únicamente a la expresión gráfica accidental, sino que es el medio a través del que se pretende conseguir un concepto de expresión artística en diversos medios como puede ser el ya mencionado gráfico y estático hasta el audiovisual. El glitch por sí solo no tiene por qué plantear una expresión artística con méritos estéticos, sino que es el propio artista el que conceptualiza y extrapola, descontextualizando el resultado hasta la mínima expresión del error y su resultado. El glitch puede presentarse en esa fase, la fase de lo azaroso: el resultado inesperado en el funcionamiento de algo, o bien puede ser inducido por el artista dando las condiciones para forzar el medio hasta hacer fallar y/o manipulando un flujo de información para anteponerse al fallo esperado.»

A manera de resumen el autor de este post en el blog 17 Pulgadas, nos dice que lo más interesante del Arte Glitch «es que nadie puede provocar un error como medio y resultado final, sino que es el propio error el que sirve de medio y es obra artística desembocando en un resultado, producto que el autor busca pero que no había conceptualizado en su forma».

A partir de esto y esperando haber disipado un tanto la bruma que nos envolvía cuando escuchábamos el término Glitch y más aún, eso del «Arte Glitch», una de las personas que me ha introducido a conocer esta nueva tendencia artística propia de las vanguardias digitales del siglo XXI, es la artista venezolana radicada en París, desde hace un quinquenio, Maggy Almao, quien ha desarrollado un trabajo encantador al borde de la fijación glitchística con este arte deconstructivo de imágenes, videos y sonidos. Aquí les dejo el enlace directo a su página web para que se maravillen con sus trabajos tanto como yo: http://www.maggyalmao.com/index.html y por supuesto, como todas las nueces hay que verlas, aquí les dejo una ínfima muestra de lo que verán en la web de Maggy Almao, talento venezolano en la Ville Lumière.

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rgb4 por Maggy Almao

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rgb2 por Maggy Almao

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r1 por Maggy Almao

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botox2 por Maggy Almao

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A2 por Maggy Almao

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La propia artista aparece en su obra digital en r4

 

Un vagón entre Sant Jordi y la Virgen de Coromoto por Javier Montes de Oca

Tengo una conexión con el transporte público. Hace años que no conduzco, porque detesto los coches sincrónicos. Si todos fueran automáticos, otro gallo cantaría. Sin embargo, no existe nada como el Metro. Además es una puerta a lo desconocido. Cuando llego a una ciudad y lo tomo, es ese subterráneo que como una lombriz, excava tierra a su paso y me arroja hacia una zona de la ciudad que no conozco. Puerta a lo desconocido, precisamente.

Además en el Metro de Barcelona, suceden cosas. No sé bien aún qué sortilegio de conexión tiene con el Metro de mi ciudad natal. Pero, desde que vivo en Barcelona hace tres años, he salido de pronto, misteriosamente, por alguna estación del Metro de Caracas. ¡Sí, en Venezuela! Recuerdo, la primera vez, entré por la Línea 1 en Clot como de costumbre. Había un puesto vacío, a las seis de la tarde un viernes. Nada extraño, se escuchó el pitido que marca las estaciones. Glòries, primero. Marina, después y para rematar Arc de Triomf. Bajaba en Urquinaona, justamente tenía que gerenciar algo en el consulado de Venezuela, ubicado en Plaça Urquinaona.

Voy con mi bufanda, mi gorro y mis chaquetas por la escalera mecánica cuando empiezo a no creer nada de lo que se me atraviesa. Comienzo a sentir un olor que me es conocido, aunque lejano, a sentir en la piel un efecto que hacía años que no sentía. ¿Qué ocurre?

Camino lentamente y en el vestíbulo de la estación comienzo a ver personas más morenas de piel, ni una sola chaqueta, bufandas mucho menos. De repente, todo el mundo se ha metamorfoseado. Me pasa al lado una chica bellísima hablando por móvil: ¿Mi amor, me oíste lo que te dije ahorita? Todo, en un excelso acento caribeño que me era tan conocido, que me pertenecía tanto. Pensé: ¡Cómo hay venezolanos en Barcelona! Seguí caminando, pero el vestíbulo del Metro había cambiado, y drásticamente. No había nada escrito en catalán, sino que toda la señalética estaba sólo en castellano. ¡No podía creerlo! Tenía que soñar. Salí y no supe cómo, porque habían cambiado los torniquetes y ni siquiera lo habían anunciado. ¡Qué descuido y eso que acaban de aumentar las tarifas!

Me dirijo al operario de turno y qué sorpresa al verlo algo bajo, con un mostacho a lo Pancho Villa y bastante moreno de tez. Le explico la situación y sin entenderme nada, dice:

─ Pasa por ahí mijito, y no vuelvas a perder el ticket, ¿ok? –con aquel dejo característico del Mar Caribe.

Atónito le agradecí en su mismo acento y pasé por la puerta que había entreabierta. Y ¿cuál no sería mi sorpresa al leer que en la estación no ponía Urquinaona sino La Hoyada?

Subí la escalera y de repente me sumergí en la caótica urbanidad de Caracas, la otrora “Sucursal del Cielo”. No podía ser verdad, pero el olor a comida venezolana y el sonido típico de las bocinas de los coches y el acento de los transeúntes, no podía dejar pie a dudas. ¿Sería la estación de Urquinaona un portal a la céntrica estación La Hoyada de Caracas? Podía averiguarlo. Corrí de nuevo a la estación y compré un billete en moneda local que me apañé para conseguir con trucos de baqueano.

Entré apresurado a los vagones del Metro de Caracas y sin hacer caso de en qué dirección iba tomé el primero, me bajé en Bellas Artes y esperé al siguiente en el sentido contrario. Al llegar, descendí en La Hoyada, subí las escaleras trotando y de repente una fuerte corriente de aire frío me daba en el pecho. ¡Hostia! Había dejado la bufanda en Caracas. Me constiparía con el aire de la Barcelona primaveral.

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Seguí caminando, pero el vestíbulo del Metro había cambiado, y drásticamente. No había nada escrito en catalán, sino que toda la señalética estaba sólo en castellano. ¡No podía creerlo!

Infancia por Javier Montes de Oca

Infancia-relato-fantástico-Blog

Se turnaban el dragón con su mal humor y sus escamas pegajosas y le cedía el dormitorio al grifo alado o al cancerbero baboso.

Recuerdo cuando era un niño la casa de mi abuela. Aquella enorme mansión en un prado alejada de la ciudad era mi mundo infantil por excelencia. Soñaba todos los meses nuestra habitual visita a este recodo de la región plagada por pinares, olmos, hayas y demás árboles que desde mi óptica infantil era el receptáculo de seres maravillosos que sólo salían por las noches y a la vuelta del sol se refugiaban corriendo cada uno, en su venerable árbol.

Al descender del vehículo, corría a abrazar al perro y a los gatos de mi abuela, y luego darle el respectivo beso, yéndome con ansias a sentar en el sillón para esperar sus galletas y su té, únicos en la región. Al terminar mi suculenta bebida aromática, dejaba a los adultos inmersos en sus divagaciones que luego con el tiempo entendí que transcurrían a veces entre filosofía y política, pero la mayoría del tiempo, esoterismo. Mi abuela, casada desde hace años con un viejito canadiense que había peleado no sé cuántas guerras por su nórdico país, tenía este caserón que realmente se le quedaba grande a ellos dos y a sus animales. Por lo tanto, con mi curiosidad infantil de explorador, que pienso que aún hoy conservo, salía a registrar todos los pasillos, cuartos oscuros, gabinetes, alacenas y demás compartimientos extraños de la fría casa. Además, siempre había algún tipo de esencia flotando en el ambiente. Ora era sándalo, ora era vainilla, ora era musgo, pero siempre algo penetraba embriagadoramente por mis fosas nasales.

A veces, en mis correrías por la casa, abría de sopetón una habitación y me encontraba acurrucado en su sillón al bonachón de Irwing, el viejito esposo de mi abuela, que sonreía mientras fumaba su pipa y hundía la cabeza en un pesado tomo de no sé cuál libro. Me miraba y en su nunca perfecto castellano, me preguntaba:

─ Amiguito, ¿cómo estás? ¿Vienes a por más historias en la “Casa Fantástica de tu abuela”?

Yo asentía sin más y cuando Irwing se sumergía de nuevo plácidamente en sus amarillentas páginas, yo salía de nuevo al trote armado con una linterna y un casco de explorador. Previamente, en el camino a la casa, mi papá me había dado una hoja de papel y un color con el que yo, de memoria, diseñaba el plano de la vieja casa, cuarto por cuarto y pasillo por pasillo. A continuación, con otro color, dibujaba los seres y monstruos que solían habitar en cada uno de ellos. Si bien es cierto que a veces se turnaban, y el dragón con su mal humor y sus escamas pegajosas le cedía el dormitorio al grifo alado o al cancerbero baboso. Después de aventurarme valientemente en cada uno de los receptáculos de esa casa y afrontar todos los peligros que se me ponían enfrente, si bien generalmente no había problemas, porque ya todos allí me conocían de sobra, bajaba al patio. Se trataba de un enorme jardín en pronunciada pendiente con un sendero de piedras cavado y enmarcado a manera de camino Inka que descendía hasta los confines del Hades.

Ya con mis ocho años me devoraba todos los libros que mis padres me compraban sin más. Tenía los de mitología, los de terror, los de fábulas, los de aventura. Justamente por aquella época estaba muy aficionado a Jules Verne y a Emilio Salgari. Así que con mi máquina detectora de monstruos me adentraba en las profundidades olorosas de aquel jardín tan bien cuidado por Irwing y por mi abuela. Me ocultaba atrás de las columnas de la casa, para evitar la malicia del duende trágico, luego avanzaba de puntillas hasta el limonero con sus enormes citrones que colgaban amarillentos y que yo asociaba con provisiones que recoger para el resto del tortuoso camino. A menudo, mi abuela me reprendía por arrancarle los limones antes de tiempo. Pero a mí no me importaba. Sólo quería poder seguir enfrentando a los monstruos del camino, que cada vez iban perdiendo su fuerza y su corpulencia.

Al cumplir los nueve años, cada vez bajaba menos al Hades ya que una pequeña esférica de cuero me mantenía más tiempo ocupado y eso sí, más alejado de mi abuela, que no de sus estupendas galletas y de sus magníficas infusiones.

Sin embargo, en los ratos que mis sueños de Alessandro del Piero, Dennis Bergkamp o Zinédine Zidane me dejaban, seguía poniéndome el casco de explorador y sujetando la sofisticada linterna para descender a visitar a aquellas míticas criaturas que aguardaban mi visita, aburridas porque ya casi no iba. Al abrir la primera puerta con sigilo, volvía a encontrarme a Irwing, que me guiñaba un ojo, decía algo incoherente y le daba un pequeño sorbo a su whiskey, para luego cerrarla tras de mí e irme a visitar al elfo que me estaba enseñando a tirar con el arco infalible. Así pasaron cada vez más deprisa las estaciones y al transcurrir aquel otoño y aquel invierno particularmente fríos, ya todo había cambiado. Cuando cumplí mi primera década de vida, ya no creía más en mitología. La televisión, los deberes escolares y sobretodo los deportes, habían atrapado mi vida y cada vez fui menos a aquella épica casa.

Hasta que me enteré que el bueno de Irwing había amanecido un día sin vida en su cama, por lo que mi familia se mudó junto a la abuela por unos días para reconfortarla. A la noche siguiente de estar durmiendo en la casa, bajé nuevamente al inframundo, pero ya todo había cambiado. Ahora sólo eran habitaciones vacías, cada una eran cuatro paredes sin vida, con muchos muebles viejos, escaparates y estanterías. Era apenas el cascarón curtido de lo que solía ser. Eventualmente alguno de los animalitos de la abuela se me atravesaba dándome un pequeño susto inesperado, pero eso era todo. No había nada más. Ya no vivía allí ni el dragón, ni el grifo ni el cancerbero, ni siquiera el arquero elfo.

En otra ocasión, lo intenté con el jardín, pero no había nada, el Camino Inka se había esfumado, y sólo quedaba un sutil recuerdo en mi memoria de aquellas veces que recolectaba provisiones para hacerle frente a las bestias más salvajes y vencerlas gallardamente.

Inesperadamente, así sin más, ya sólo quedaba de esa enorme casa, el cariño de mi ahora triste abuela y de sus perros y gatos, además del gusto en mis papilas de sus exquisitas galletas e infusiones.